Ana, la bucanera

Ana, la bucanera

Miguel Ángel

07/03/2020

Pero juro que no quería conocerla para otros fines. Me inquietaba, tenía interés sobre cómo era su vida. Yo sólo pasaba con mi dedo buscando ocio en Tuiter, entre conflictos de gobierno, desigualdad, peleas digitales, religión, y ¡ahí apareció quién sabe cómo!

Aseguraba satisfacer tus deseos, y por supuesto, ser discreta. Soy hombre, y claro que tenía curiosidad. Estaba escribiéndole para preguntarle sobre sus servicios, y entre una palabra y la otra mis dedos sudaban de lo nervioso que estaba. «Hola, me interesaría saber más sobre ti… y lo que ofreces. Gracias por responder», y al terminar de escribir esas palabras, mi corazón iba como seguro ganador en caso de haber sido caballo de carreras: a toda marcha. Pero necesitaba, quería saber sobre ella y su mundo. Tras unos segundos, por fin me envalentoné (con mérito propio porque no necesité ni una gota de alcohol) y oprimí el Enter.

Era «su negocio», y como cualquier negocio la premisa básica es que el tiempo es dinero. Me cobró una tarifa por salir con ella a tomar un café.


Mujer de muchas vivencias, con la que se podría producir una serie de 10 temporadas, era una bucanera hecha, con mirada de «a mí ya no me sorprenden tan fácil». Pero toda una profesional en cuanto a su forma de trabajar: con unos ojos que reconocen terreno y que serían envidiados por un policía de investigación. Quería sorprenderla, y la llevé a un lugar con tendencia francesa. Lo observó, se sentó y pidió una sopa y un té. No logré mi objetivo. Y es que ella no era mujer de cosas superfluas, de formas, de jugarretas pueriles.


– «Ana», creo que ese no es tu verdadero nombre.

– (Ella empezó a reconocer el lugar con su mirada y me dio una sonrisa muy leve dando indicación que no me daría datos sobre ella) Esta gente es de dinero, ¿verdad?

– Sí, la zona es de gente pudiente pero, en ocasiones, hueca.

– Órale, han de fumar pura hierba de calidad.


Esta bucanera que algún día se tragó el típico cuento de hadas por parte de un corsario ladino, desobligado y feo, ha tenido que navegar por varios mares, la mayoría turbulentos, sobreviviendo con su cría (como ella le llama), buscando fama, riquezas y aliados.

– ¿Porqué elegiste esta… profesión?

– Pues a mi marido no le alcanzaba, estuvo mucho tiempo sin tener trabajo, y creo que ni quería conseguir algo el cabrón. Yo tuve que salir a vender por catálogo, a hacer dinero de alguna forma. Hacerme cargo de la casa. Él no traía ni un centavo. Chingá, tenía que hacerme cargo de dos niños en casa.

Su dicción era buena. Uno de aquellos viajes en el altamar de la vida, la llevó a estudiar pedagogía, sólo le faltaba una matería para graduarse. Le encanta dar terapia a niños, pues dice que son el futuro y ella aporta a esa formación.

Me dijo que alguna pirata le había pasado información sobre su actual oficio. Si se sabía leer el mapa bien y se tenía el carácter temerario, podría llegar a la Isla de la Plata. Y la bucanera Ana, descubrió que tenía aquellos elementos. Y fue así que se aventuró a partir a aquel lugar, no quedaba de otra, pues sabía que de ella dependía una vida.


Ahora es la capitana de su propio barco, y lo dirige de una forma impecable. Todavía teme llegar a los muelles no conocidos para ella, pero los explora con su ojo clínico y decide si desembarca y los conquista o sale a toda máquina viendo que el riesgo es alto.

– ¿Y no te da miedo? Creo que lees los diarios, ves la TV y sabes lo que sucede allá afuera.

– (Se ríe como la niña que alguna vez fue) Me gusta la adrenalina, y es parte del trabajo.

– ¿Piensas seguir en tu oficio por mucho tiempo?

Supe que no sólo lideraba un sólo barco, como buena empresaria y visionaria, no ponía todos los huevos en una misma canasta: trabajaba en un centro comunitario ejerciendo su profesión, seguía vendiendo por catálogo y había ampliado sus redes de desembarco, y por fin le había puesto un ultimátum al desobligado padre de su hija, o daba plata para la manutención o se olvidaba de la cría. Ya recibe unos pesos más al mes a partir de aquella acción.

En sus ratos libres, se sienta en su mecedora a leer poesía, a fumar marihuana con Bob Marley, y a pensar en la próxima ciudad que conquistará e incendiará.


-¿Y porqué no aceptaste el trabajo que te ofrecía tu amigo en gobierno?

– (Finge que llora en broma) ¡No lo sé!… Es que yo soy libre. No me gusta atarme. (Empieza a cantar) One love, one heart, let´s get together and feel alright. Además, sé que Rastafari me cuida siempre.


Su próximos golpes son concluir su formación académica, aprender inglés, y tomar un descanso junto a su cría.


– ¿No te gustaría enamorarte de nuevo y formar una familia?

– Sí, me gustaría. Pero hoy no será posible. Además, (lo dijo con una de las sonrisas más sinceras que he visto) yo ya amo a Bob Marley.

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