Mis ojos veían en dirección al horizonte.

Comencé a sentir  un dolor proveniente de ellos. 

Arrodillado estaba, viéndome en el espejo de un charco. 

Eran ellos los que estaban encima de mí.

Eran ellos los que habían cubierto mis ojos en oro. 

Mi poca visión me hizo ver sus ojos de piedra. 

Estos ojos me miraban y me hacían sucumbir ante tales presencias. 

Sentía paz pero terror al verlos. 

Ellos anunciaban una venida. 

Ellos me hablaban al oído y confundían.

Me brotaba oro de los ojos. 

Ellos sólo me dijeron «Sigue con nosotros que somos el camino». 

Mis ojos quedaron en oro, mi cuerpo quedó en piedra. 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS