Bruja me salvó.
Estaba en el lugar perfecto; agachado entre un árbol y un banco del Campo Grande. Desde allí también veía a su niñera, que llevaba un rato leyendo. La piedra ya no se sentía fría en su mano. Miró de nuevo al cisne «¡Qué feo; negro!» Lanzó una última vez el canto al aire para calibrar...