Tenía pruebas más que suficientes para demostrar quien era realmente Nate Wells, no se trataba de aquel hombre encantador y misterioso que había conocido en una librería, no, se trataba de la persona que había conseguido que me enamorase en poco tiempo, que había conseguido mi total confianza, pero también, la persona responsable de los atroces asesinatos sucedidos en la ciudad desde hacía meses, no podía quedarme impasible sabiendo lo que sabía, pero ¿Qué podría hacer? Me enfrentaba a un auténtico dilema entre lo correcto y lo que sentía ¿Sería capaz de vivir tranquila sabiendo lo que sabía? Nate era el hombre al que amaba, pero al mismo tiempo, se trataba del asesino que llevaba de cabeza a mi hermano Brandon; el sheriff de la ciudad.

En ese momento me encontraba realmente asustada, ya no por el hecho de encontrarme en su casa a solas, a la espera de que llegara en cualquier momento, si no por tener que renunciar a algo que yo consideraba verdadero ¿Lo sería? Todo este tiempo ¿habría sido real para él o no más que un juego en el que yo sería la víctima? Estuve unos minutos con la mente en blanco, no sabía que tiempo había pasado hasta que escuché la puerta cerrarse abajo, el traqueteo de las llaves con el cuenco de la entrada advertía su llegada, mi corazón se iba acelerando a medida que lo escuchaba subir por las escaleras y el crujir de estas no ayudaba a tranquilizarme ¿sería este el momento en el que él decidía matarme? Sacudí la cabeza ante ese pensamiento, a pesar de lo que sabía, me costaba imaginar a Nate haciéndome daño, cogí aire y me di la vuelta. Me sobresalté al verlo apoyado en el marco de la puerta mirándome con aquellos intensos ojos verde esmeralda.

-¿Qué haces aquí sola? –Me preguntó.

-Emm… solo… no quería esperarte abajo por si llegaba tu abuelo –Balbuceé.

Se acercó despacio, se dejó caer apoyando los brazos en los reposabrazos de la silla enfrentando su cara con la mía, lo que acababa de descubrir hizo que me estremeciera y un gesto que hace apenas unos días me habría gustado, ahora me asustaba.

-A mí me está dando la sensación de que estabas fisgoneando en mis cosas –Dijo con aquella sonrisa oscura y picarona que solía gustarme-

-Yo no… no estaba… –Intenté responder.

Se tiró hacía atrás y comenzó a reír muy fuerte- Es broma cielo ¿Por qué no preparamos algo de cenar? –Me tendió la mano.

Tomé su mano, y me levanté, me tiró con suavidad sobre él y yo no me resistí, me encontraba pegada a su pecho mientras rodeaba con su brazo mi cintura, con la otra mano retiró un mechón de pelo de mi cara y lo peinó detrás de la oreja, besó mi cuello, se retiró y me sonrió. Me aparté de él intentando disimular mi incomodidad.

-¿Por qué no cenamos fuera? En un restaurante, o en la plaza… -Pregunté.

-Me apetece estar a solas contigo –Dijo sin retirar el brazo de mi cintura.

Volvió a besar mi cuello, estaba vez más intensamente, no sabía describir como me sentía, pues quería a Nate, quería eso con él, pero no sabía hasta qué punto no tendría un fatal desenlace, finalmente mi corazón ganó aquella batalla y decidí dejarme llevar.

Besó mis labios con fiereza pasando su lengua por la mía, realmente se sentía fogoso aquella noche, desabrochó mi camisa y comenzó a besar mi hombro mientras tiraba mi ropa al suelo, yo hice lo mismo desabrochando sus pantalones y quitándole la camiseta, nos dejamos caer sobre la cama hasta que terminamos por quitarnos toda la ropa, no tardó en penetrarme mientras enredaba sus dedos con los míos y me miraba fijamente como un cazador mira a su presa antes de cazarla ¿Sería esto una forma de culminar su hazaña? ¿La forma de deshonrar mi cuerpo antes de matarme?

Rodeó mi cuello con sus agresivas manos mientras continuaba haciéndome el amor, apenas podía respirar pero podía observar a la perfección su sonrisa malévola y orgullosa, intentaba zafarme de sus manos pero era demasiado fuerte, finalmente dejó de apretar tomando un cuchillo con intención de culminar su hazaña.

Volví en mí en un grito ahogado, ¿había sido un sueño? Había sido un sueño, me respondí a mí misma no sin antes llevarme las manos al cuello para relajarlo. Nate estaba abrazado a mí en la cama, me levanté sobresaltada empapada en sudor, por suerte él no se despertó y pude abandonar la habitación sin que se diera cuenta, solo una sábana cubría mi desnudez pero no tenía intención de marcharme, no todavía, bajé las escaleras y observé la cocina, habíamos estado cenando, había restos de palomitas en el sofá que indicaba que habíamos estado viendo una película y ni si quiera me había dado cuenta del transcurso de la noche, ni de que habíamos hecho el amor por segunda vez, vagos recuerdos me venían a la mente y me observaba a mí misma como en un estado de trance en el que actuaba de forma automática.

Me dejé caer en el sofá acurrucada en posición fetal mientras intentaba asimilar lo que estaba pasando, tenía una sensación extraña en el estómago como si mi vida hubiera cambiado por completo en apenas unas horas. En la planta de arriba, se encontraba un asesino durmiendo plácidamente mientras yo me encontraba aquí sentada teniendo su destino en mis manos. El crujir de las escaleras me sobresaltó, Nate bajaba lentamente bostezando cuando lo miré detenidamente en la misma postura, sin sobresaltarme.

-¿No puedes dormir? –Me preguntó semidormido.

-He tenido una pesadilla.

Me alcanzó y se sentó a mi lado, se acostó en sofá y tiró de mi haciendo que me acostara en su pecho, me rodeó con los brazos en señal de protección pero me sentía menos segura que antes.

-¿Qué ocurría? –Me preguntó preocupado.

Me quedé pensativa unos segundos- Alguien me hacía daño –Respondí finalmente mientras cerraba los ojos rindiéndome al sueño.

-Nadie te hará daño. Yo mataría por ti –Respondió con firmeza.

Abrí los ojos.

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