Entre la desolación y el silencio
Me crucé con Rafa, atardecía. Eran las siete y diez, en la solitaria y triste ciudad gris. -Qué tal tronco, me alegro de verte. -Bien, Rafa…también me alegro de verte. Nos tomamos algo en cualquier bar, las luces de neón se encendieron con la penúltima cerveza, la última no llegaba. Algo mareado, le pedí que...