Cenicienta en horas bajas
Ninguna lágrima cayó en la arena: su pañuelo experto las cazó al vuelo. Y de propina se llevó los mocos que pintan a todas horas las mejillas del crío. Un besito de esos que todo lo cura y “¡Mira: un perrito!”, que aunque la dueña sea una guarra y vaya a dejar que el chucho...