KREUZSTEINWEG

KREUZSTEINWEG

Siete20

07/12/2020

Kreuzsteinweg, el camino de la cruz de piedra, arteria vial secundaria entre las sementeras de ajos y cebollas de los campesinos de acá atrás, y la entrada a la ciudad de Fürth, en la Baviera Central, que aquí se llama Franconia.

Calle típica de barrio de clase media y holgada, familias antiguas que se formaron después de la guerra mundial y que ya lidian con el avance de la inexorable edad.

Aquí he venido a anclar mis pies luego de haber recorrido mundos, atravesando mares y cordilleras, muchas distancias y diversos paisajes, viviendo aventuras, sufriendo episodios y pasando peripecias y tantas fronteras.

Aquí ha naufragado ya mi gana de trotar por el mundo buscando nuevos horizontes o para solo disfrutar de las bondades de la naturaleza. Ya mis pies piden descanso, pues el mucho andar produce ampollas dolorosas que merman la firmeza de mis pasos. Ya mis ojos quieren solo mirar los placidos atardeceres de esta ciudad anónima y medieval, tanto porque son hermosos, como porque evocan todos los recuerdos de atardeceres inolvidables que los viví en Viña del Mar de Chile, en la Alhambra de Granada, en las faldas del Antisana en Ecuador, o en la terraza del café de Praga, cuando enamorado le cantaba con euforia a mi vida.

Aquí, en esta calle con nombre de difícil pronunciación, aquí voy a tomar un descanso. Necesito ordenar y catalogar mis experiencias vividas porque son mi mayor capital a la hora de los -quien es quien-, cuando rinda cuentas de mi realización personal y saque la suma de mi felicidad vivida. Aquí, en Kreuzsteinweg 42 sonará la campanilla de la optima adición o de la suma con faltante, y aquí decidiré si aun debo apretar al mundo o, si puedo soltarlo a su deriva.

Aquí en esta calle estoy pasando el aislamiento infame del coronavirus y estaré hasta cuando esto acabe. Esta calle me dio acogida y refugio y me ha protegido de la enfermedad y de la depresión. Cerca estoy del campesino que me permitió en pleno verano ayudarle en la cosecha del ajo y la cebolla. –¡Dios te lo pague, campesino!, porque fuiste artífice de mi terapia ocupacional y, porque permitiste que mis manos tantearan la tierra cruda, que es la materia prima de este mundo que tanto me absorbe y fascina –.

También estoy compartiendo este tiempo muerto con mi fantasía y mi inspiración. A través del vidrio de la ventana de mi escritorio diviso vacía la franja de ingreso de aviones a esta ciudad.       –¡Que bueno! –, me digo, – así no me cosquillea la aventura y puedo dedicarme a tiempo completo a escribir mi libro, que será el sueño realizado y empastado de mi vida –. “Sé buen hombre, buen hijo, buen esposo y padre de tus hijos, construye tu casa y siembra un árbol». Eso me recomendó el indio mas antiguo de mi comunidad amazónica, el “Rucupapa”, cuando inicie mi andar por este mundo. A ello le añadí yo: “y escribe un libro”. En Kreuzsteinweg 42 he encontrado el espacio, el entorno y el pedestal para dar cuerpo a mi propia y feliz realización. Aquí pondré el nuevo hito del largo camino que todavía debo andar.

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