El miedo era verde
Repantingada en aquella silla, despeinada y sin maquillar daba los últimos sorbos al café de la máquina. Había tenido que dar varias patadas antes de que aquella mole oxidada y perezosa comenzara a llenar el mugriento vaso de plástico. No era de extrañar. Era la única máquina de café que funcionaba en todo el dichoso...