La vida secreta de un perfecto desconocido
El calor de Medellín, típico de esa época del año, era denso, bruto, espeso y vulgar. Héibar Farith, un muchacho de barrio de estatura más alta que el promedio, agraciado sin ser una alucinación y con vivarachos ojos de eterna súplica, ingresó al “Perro Negro”, café frecuentado por camajanes, hombres de pelo en pecho y...