Madre
Siempre se sentaba junto a mí en el autobús, camino del trabajo. Me hablaba bajito y llenaba de luz mis días. Una mañana, cogiéndome del brazo, se inclinó y, acercando su cabeza, me susurró al oído: “yo soy tu madre”. Quise contestar “yo no tengo madre” pero su cara, sus ojos, como en un espejo...