El abuelamiento
Rigoberto despertó más temprano que de costumbre aquella primaveral mañana. Confundido pensó que eran las nueve, hora en que acostumbraba a levantarse, pero el puntero chico del reloj le aclaró su confusión; eran marcaba las ocho. No quiso seguir acostado. Ese jueves, además de tener que pasar a buscar a su nieta al colegio, tenía...