Antes de poder entender, me hace falta explicar quién soy. Nací hace más de 30 años en una familia de clase media, media baja o media pobre, hoy en día se segrega más, por lo que no sé cuán lejos estoy del más rico. Si sé que a veces teníamos lo que queríamos y a veces no, como toda esta sociedad me crié en una familia disfuncional, disfuncionalidad que en mi caso particular, viene de la mano de la separación de mis padres cuando era un niño. No entendiendo nada comencé a crecer, a escuchar discursos contradictorios, a recibir afectos especiales, a veces sin sentido, algunas veces para felicitarme, otras sólo para mantenerme tranquilo.

Mi sistema nervioso no era el más constante, era un niño ansioso que podía oscilar rápidamente de una emoción a otra, podrán pensar que no es nada raro en un niño común, pero yo en ese momento sabía que no era normal que lo hiciera, o más bien, no lograba entender por qué sucedía esto. Así fue que, la búsqueda de entendimiento se tomó mi vida, por qué se separaron mis padres, qué hice yo para que esto sucediera, por qué las personas se comportan así conmigo. Preguntas que no tuvieron respuestas profundas hasta muchos años después.

En la escuela era el mejor, bueno, uno de ellos. Me gustaba aprender rápido para poder seguir haciéndolo. Me caractericé por hacer muchas cosas, podía escribir cuentos, poesías, recitar, escribir un guión, actuar, dirigir actos masivos, hacer experimentos, pasarme buen tiempo realizando ejercicios matemáticos. Sin que faltaran momentos para disfrutar otras actividades con amigos y familiares. La motivación al parecer sólo venía de la energía que posee un niño. Pero estas ganas fueron paulatinamente disminuyendo, luego que se naturalizaran por los demás, asignándome más cosas por hacer, sin pensar que comienzan a generar presión, presión de expectativas, presión de perfeccionismo, presión de cumplir de buena manera a las demandas de las otras personas.

Todo niño carece de afecto, ya que posee una demanda insaciable de este, ninguno cubre por completo la necesidad, algunos tienen la suerte de mantenerlo constante, otros deben aprender a conllevar su carencia. Yo me posiciono en el medio, jamás estuve aislado sin algún tipo de afecto familiar o de amistad, pero muchas veces no lograba entender por qué lo hacían, por lo que fui cargando una carencia imaginaria al no poder racionalizar lo que recibía. Quizá era culpa, por creer que no lo merecía.

Mi padre se alejó paulatinamente hasta desaparecer sólo dejando pequeños recuerdos en mi memoria. Nada fuera de lo común de lo que han vivido otros, al parecer no hubo mucho cuestionamiento de su parte, por lo que no merecía de la mía. Continué creciendo, aprehendiendo lo que tenía, y como todo adolescente demandando lo que no. Experimenté como todo se dio vuelta y la culpa fue externalizada. Me volví rebelde tirando al mundo lo que me estaba pudriendo por dentro, ya no iba a justificar las demandas externas que no me hicieran sentido, ni iba a acatar imposiciones arbitrarias de comportamiento.

Fui forjando mi identidad con la intención de distinguirme de los demás, ahora con un raciocinio contestatario claro y un instinto sin represiones. Construí mi ideología y también hice tonterías, pude disfrutar de un comportamiento no muy docto, de revelarme frente a lo que toda la vida dijeron que era correcto. Hice buenos amigos, y otros que no eran tan buenos pero eran leales. Fui dejando de lado los estudios, nunca del todo, sino que sólo para cumplir, en lugar de ser el mejor de la clase preferí abrir mis ojos al mundo para conocer y comprender la diversidad social, pudiendo dar cuenta de oprimidos y privilegiados, que si bien pueden converger en un mismo escenario situacional, están lejos de poseer los mismos beneficios, ni menos oportunidades.

Hasta el momento se puede entender que mi vida familiar no escapa trascendentalmente de la que muchos otros han tenido. Un contexto particular fue forjando mi individualidad, así como un contexto similar pudo construir la de otros. Entonces, me quiero centrar en lo que viene después, en una capacidad superior que se va elaborando mediante la experiencia y el aprendizaje más profundo. Cuando la rebeldía se interioriza y da paso a la instrumentalización de aquellas cosas que renegamos. Cuando se aprende a ser consciente actuando en el mundo de otro modo. Un modo único y subjetivo que concatene el aprendizaje de la infancia y la adolescencia, para poder resolver los conflictos más profundos de la personalidad.

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