El fuego, de mi mejor amigo.

El fuego, de mi mejor amigo.

Muchos dicen que los amigos se pierden o que simplemente nos traicionan. Yo sufrí lo segundo, muchas veces, sin embargo hubo alguien que nunca me falló, alguien que estuvo y está conmigo, alguien que me brindó su amor, alguien que me dijo: ¡Oye, tranquilo, aquí estoy! Y todo comenzó así:

Tenía siete años, estábamos festejando con toda mi familia (incluyendo a Ariel, mi hermoso perrito), cuando de repente, mi padre cayó sobre el piso. Estaba tan preocupado, como nunca jamás lo he estado; después de unos minutos, vi a mi padre subir a un carro, y mi madre junto a él, quise despedirme de ellos, sin embargo al acercarme, solo pude ver que ese mismo carro, se perdía en la oscuridad de la fría noche del 10 de junio del 2010.

Resultado de imagen para Una ambulancia en la noche.No recuerdo más, pero lo que sí, es de que desde ese momento, nuestra vida dio un giro de 360 grados. Shirley, mi hermana mayor, fue nuestra «mamá» (mi segunda hermana, Natalie, fue en ese momento, mi «hermana mayor»)por todo ese lapso que mis dos progenitores estuvieron lejos de nosotros. Recuerdo claramente que Shirley, nos brindaba dos caras, una de la tranquilidad para que nosotros sintamos eso, pero la otra cara, nos mostraba la tremenda preocupación que sentía, prueba de ello, están las diversas publicaciones lamentables que ella hacía en sus redes sociales, las cuales fueron consecuencia de la carga que sentía.

Nuestra casa, ese hogar que con tanto esfuerzo, mis padres habían construido, estaba llorando. Mi familia, perdía las esperanzas en cada día que pasaba. Mi padre estaba partido en dos: La primera parte en el Cielo y la segunda parte, en la Tierra.

Un día, la iglesia en donde asisto, organizó un culto infantil, al finalizar invitaron a que todos los que habían asistido, pasen al altar a orar. No fui ajeno a eso, me acerqué con completa preocupación, pero a la vez con seguridad de que Dios, iba a obrar en la vida de mi papa haciendo un milagro. Esa noche, fue mágica para mí, lloraba y lloraba, mientras suplicaba a nuestro padre celestial que conceda lo que le estaba pidiendo. Dos horas más tarde, me enteré de que la salud de mi progenitor había empeorado, por ese motivo lo habían referido a la capital, en donde hay bastante tecnología y con grandes doctores (la mayoría de ellos han estudiado en países extranjeros). ¿Creen ustedes que mi llanto cesó? Se equivocan, el dolor en mi corazón aumentó y la preocupación, de mí, se apoderó.

Tengo que admitir que ese momento, fue el peor de toda mi vida:

-¡Papá! No me dejes, te amo – gritaba por la ventana que conecta el corral de la vecina con nuestra casa.

No sabía que hacer, todas las puertas se me cerraron, pero algo pasó en mí, encontré lo que siempre estuve buscando, la carta que me envió mi abuelo antes de morir, ésta, decía:

«Querido hijo, cuando pases por momentos malos, no te preocupes, Dios está contigo, y si alguna vez sufres demasiado, ya sea por problemas familiares, amorosos o por cualquier cosa, no perezcas en tu dolor, porque Dios está contigo. Él, no es una estatua, ni una escultura, él es un Dios real, alguien que vive, él es tu mejor amigo»

En ese momento no entendí nada (actualmente ya entendí lo que mi abuelo me quiso transmitir), lo único que logré comprender en ese momento, fue que Dios era mi mejor amigo. A mi corta edad, llegué a la conclusión de que si él era mi amigo, el mejor, éste nunca iría a querer lo malo para nuestra familia.

Desde ese entonces, me llené de fe, oraba cada día, porque sabía que Dios estaba conmigo y que algún día, mi padre se iba a recuperar.

Y así fue, como siempre lo presentí, mi padre se recuperó, gracias a una ardua operación que duró aproximadamente de siete a ocho horas. El médico-cirujano, a mi mamá le dijo de que era casi imposible de que la cirugía resultase con éxito, que mi papá había tenido un paro respiratorio de dos segundos y que había sido un milagro.

Resultado de imagen para Personas operando.Después de un año mi padre se recuperó totalmente. Volvimos a jugar fútbol, a mirar los partidos del Barcelona y a vivir como antes, en familia; obviamente con la presencia de alguien especial, alguien que abrió las puertas cerradas, alguien que nunca se separó de nosotros, alguien que le dio una nueva oportunidad ese «alguien», fue Dios.

Muchos pensarán que este escrito es pura palabrería, pero no. Esto sucedió en mi vida cuando apenas tenía siete años. Gracias a Dios es que aún puedo decirle a mi papá: ¡Te quiero!

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS