UNA SONRISA, UN CAMINO Y UN RELOJ
Eduardo Olite no recordaba con claridad cuánto tiempo hacía que caminaba: quizás un par de días, o puede que meses, años, o incluso siglos, por caminos y sendas que se le antojaban familiares, pero tampoco no lo tenía muy claro. No le preocupaba en exceso el hecho de que no llegara a su destino; ni...