Una vuelve, una siempre vuelve…
No pidieron pasaporte. Mi identificación original no importaba, ellos te entregaban una sin siquiera preguntarte. Me acomodaron en la silla y el viaje comenzó. La suspensión… la sentí, fuerte, flotaba, iba y venía. Fueron muchos años así. A veces lo hacía con gusto, pero la mayor parte del tiempo me disgustaba enormemente, no era óptimo...