La felicidad vive en el postre.
Mi abuelo comía las natillas como si no hubiera un mañana. Apenas terminaba de limpiarse los morros del segundo plato, arrimaba la fuente de natillas hasta sus dominios de la manera menos delicada posible, y se ponía a comer sin esperar a nadie. Para cuando mi abuela se disponía a servir natillas, tan sólo unos...