UNA TARDE DE NOVIEMBRE
Cuando se murió, yo fui la encargada de vaciar su casa. Encontré fácilmente quien se llevara sus muebles, repartí vajillas, ropa de cama con profusos bordados, que no encajaban en las medidas de mi cama. Su ropa terminó en un asilo de ancianos, situado en las afueras de nuestra ciudad. Por último, aparté algún recuerdo...