El salón de las maravillas

El salón de las maravillas

Joaquín Pereira

08/01/2016

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Estoy en medio de un salón sin puertas donde oigo los gritos de las cosas que antes fueron y ahora no son. Pero laten. Las escucho en mi mente, me susurran su historia y me dan respuestas.

Mira allá adelante, en la pared. Están observándonos desde sus ventanas pequeñas y grises. ¿Se quieren meter en el salón, o soy yo el que quiere saltar por ellas? ¡Pero si allí estoy!, en la más nueva, la de color. Prisionero de un instante. ¿Es esto la eternidad?: Vivir por siempre o adornar una pared de un salón.

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Ven, no te alejes. Sígueme hasta esta mesa. Sobre ella y bajo un vidrio choca el sudor y el engaño que se funden en metal y te acuñan la vida. Ves aquella águila verde, se come los pequeños perfiles. Pobre de ella, se está comiendo a sí misma.

¿Qué es esa caja que cuelga en la otra pared? ¡Ah, es el juez que nos conduce la vida! Es nuestra cadena perpetua. Pero está infartado. Aquí su ley – de minutos y segundos – no es válida: ¿Libertad o muerte?

Hay muchas cosas aquí, suspendidas en la animación de un olvido esperando que un recuerdo les sople el polvo de lo inservible.

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Ya sé, el salón es un altar. No me mires así, ¿qué crees tú? ¿Será una tienda?, porque hay todo tipo de cosas.

Unas están muy cerca y otras parecen mezclarse con las del fondo. ¿Será un cementerio? Ya no viven estas cosas.

Sólo me miras y no dices nada. Comparte mi soledad.

Ven. ¿Me llamas?

Allá voy. ¿Te acercas a ayudarme?

Gracias.

§

En medio de un salón sin puertas se quebró un espejo.

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