Adiós, Alicia
Esa noche se me antojaba larga, como la lluvia que iba y venía. Yo ordenaba los vasos en el estante cuando la puerta se abrió y él, temblando, se sentó en la barra. – ¡Viejo! Dame un café bien caliente; estoy empapado. ¡Qué raro, la tasca desierta! – -¿Quién va a venir con este tiempo?...