La soledad del naranjo.
Escuché el ruido del picaporte, y la puerta abriéndose después. No sé quién estaba detrás para recibirnos. Tenía la mirada clavada en mis zapatos negros, lustrados hasta el cansancio con pomada y lágrimas. No necesitaba levantar la vista, conocía aquella casa de memoria. Mamá y papá entraron primero y yo los seguí, saludé a todos...