Cuentos, dedal y punto.
No me gusta coser. Nunca me gustó. En las Salesianas teníamos clase de costura, un calvario, me sudaban las manos, se me resbalaba la aguja, se mojaba el hilo y se empapaba la tela. Como todavía no conocía la expresión «ponerse de los nervios», le decía a mi hermana que me daba mucha rabia. Yo...