El pasaje
Lo veo venir por Güemes o Mansilla (nunca las distingo). Se arquea como si tuviera algo roto: alguna cadera, alguna pierna o tal vez todo.-¿Así que ahora escribis poesía?, suelta sonriendo a más no poder. – Trato. -¿Vivís todavía en Bollini? – A tres cuadras, qué memoria. Sonríe. – Si te habré perseguido o no...