Extravíos
Traspasar esas puertas automáticas es como ponerse un traje de plomo. Cristina saluda a la recepcionista y juguetea con el cordel de la caja de pasteles de cabello de ángel que lleva, mientras espera el ascensor del que sale un sonriente cuidador, sosteniendo a un inestable anciano impecablemente aseado. Entra. Pulsa el botón. Suspira. Recorre...