Noche de Invierno

Noche de Invierno

Eita Miing

26/09/2018

—¡Luisa! —aulló. Desplomándose en el suelo del hospital. Sintiendo cómo su corazón batallaba con salirse de su pecho, doliendo. Hiriendo. Golpeando. Matando.

La suave brisa se colaba por las finas cortinas tenía la ventana. Obligando a la persona que dormida se encontraba, a abrir los ojos. Haciéndolo lentamente, acostumbrándose recién a los brillantes rayos de la masa roja. Una escena que se puede comparar al nacimiento. El experimentar por primera vez, después de mucho tiempo, el resplandor del amanecer, es complicado.

—¿Dónde estoy? —pregunta la chica, confundida, al darse cuenta de su situación. Dando una mirada por su alrededor. Todo es blanco. Hasta las rosas recién cortadas tienen ese color— ¿Que me pasó?

En ese preciso instante, como si de una revelación se tratase, su mente comenzó a indagar los momentos previos al escenario actual, en el que se encontraba semiinconsciente. Recién ahora podía escuchar perfectamente el característico sonido del monitor a su costado. Bajó su mirada temerosa, encontrándose con la infinidad de cables y tubos que salían de ella. Trató de gritar, no produjo ruido alguno.

No puede ser, pensó ella jalando de tubos que la mantenían viva. Siendo inútiles ahora. El persistente forcejeo llamó la atención de una persona que pasaba por ahí. Asomando su cabeza por la puerta, ocultándola al instante. Pero regresando segundos después, dando unos pasos hacia su pulcra cama, derrumbándose.

La señora comenzó a sollozar ante la joven, que la observaba sin comprender que sucedía. Entrando por el bullicio segundos después un robusto médico, cargando la misma expresión de asombro que la mujer a sus pies lloraba.

—Señora —murmuró—. Por favor retírese, ya es tarde. ¿No ve que está durmiendo?

La joven seguía sin entender nada. Y al parecer nadie se daba cuenta de eso. Solo continuaban murmurando milagro, sabiendo bien ella que no podría suceder. Personas entraban y salían de la blanca habitación cada cierto tiempo. Monitorear sus signos en busca de alguna falla es lo único que hacen.

Su mente está en blanco. Sigue así desde que despertó. No llega a distinguir si está en un sueño o no. La vaga imagen deslumbró al despertar son simples recuerdos borrosos en su deteriorada cabeza. No sabe porque, pero siente que está olvidándose de algo importante.

—Buenos días querida —la señora entró en la habitación con una sonrisa en el rostro— Aquí te traigo tu desayuno. Debes de tener hambre, ¿no? —agregó mirando el reloj colgado— ¡Dios! ¡Mira la hora que es!

Acto seguido, dejó la bandeja de comida sobre las delgadas piernas de la joven. Quien solo observó los alimentos, cómo preguntándose lo que eran. Subiendo la mirada, posándola en los melancólicos ojos marrones tenía la mujer. Hizo fuerza en el brazo izquierdo, más un agudo dolor detuvo su esfuerzo.

—No te presiones, hija —le susurró con dulzura—. Pronto te recuperaras, estoy segura.

Los días pasaban, mejoría la niña no mostraba. El alegre semblante de la madre decaía con el tiempo. Ya no ingresaba a la blanca habitación con una sonrisa, solo caminaba hasta llegar a sus pies y oraba. Oraba rogando al cielo que calme el sufrimiento de su única hija.

Ella observaba impotente a una mujer sollozante. Con un gran peso sobre sus hombros. La señora se levantó, secándose las lágrimas con un cano pañuelo. Dándole un casto beso en la frente, despidiéndose en silencio.

— Escuche que esta semana la van a desconectar —Liu logró escuchar unos murmullos casi imperceptibles provenientes del pasillo. Ahora todo tiene sentido, pensó la joven.

Y con gesto apacible, cerró los ojos.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS