¿Si me acuesto en tus besos?
Era un atardecer descolorido, rojizo grisáceo como las llamaradas del fuego volcánico, el decorado intachable para aquel momento. Aún prevalece en mi memoria. Eran once días que parecían fantasiosos, arrebatados de la realidad. El reloj marcaba las seis de la tarde, fisgoneaba cada segundo a través de mis pupilas. Los nervios predecibles e inoportunos no querían cambiar...