Pichulino
De chico, solía visitar la casa de mis abuelos muy a menudo; pero al crecer, esto disminuyó hasta el punto en que, ya desde hace dos años, terminaba por visitarlos cada dos o tres meses, con suerte. El día en cuestión fue uno de esos domingos en los que yo rompía con su monótona soledad, almorzábamos...