Mi abuela nació en un pueblo castellano, su madre quedó viuda ya que a su padre le mataron en la guerra. Así que tras pasar un tiempo su madre se casó de nuevo, con un hombre bueno y trabajador. Ambos unieron sus tierras, del matrimonio nacieron más hijos.

Al final fueron ocho de familia, tres hermanos y cinco hermanas. Pasaron los años y trabajaban mucho en el campo. La abuela siempre estaba dispuesta a trabajar y colaborar en las labores tanto del campo como de la casa.  También se quedaba a dormir algunos días en la casa de la tía Felipa, ya que desde que se quedó viuda, tenía miedo por la noches.

 Apenas podía ir a las clases que daba el cura del pueblo, pero para ella era lo suficiente por su inteligencia innata. Incluso ayudaba en los deberes algún niño que no era tan favorecido, para estudiar. Ella siempre tan dispuesta.

Cuando estaban trabajando el campo allá en el verano. En los rastrojos de trigo, llenando los carros de paja, tirados de bueyes.

Todos pedían que cantase para olvidarse del calor y el cansancio. El sol apretaba, era insoportable, sobre todo en agosto, para las mujeres que estaban cubiertas de negro, mientras hacían las faenas del campo.

Todos los sábados, hacían obras de teatro en el centro cultural, que tenían los jóvenes del pueblo. Las dirigía el cura Serafino,  que era quien elegía las obras que se iban a representar.

Allí mi abuela actuaba y cantaba muy bien.  Se preparaban de semana en semana. Para ella era fácil, su arte lo había heredado de su abuela Leonor, quien la vio en alguna función, ya que murió muy joven. Solían venir de los pueblos de alrededor para verla.

Un fin de semana llegó al pueblo un hombre con un gran coche descapotable. Todo el mundo se admiraba de verle, por allí pocos o ninguno se veía. Era de color rojo, muy bonito, el típico coche de alguna persona pudiente.

El hombre que se llamaba Joaquín, preguntó algunas personas del pueblo, dónde pudiese encontrar alojamiento para esa noche. Le dijeron que había una casa cerca de la Cantina del pueblo, donde solían quedarse algunas personas que también como él, habían tenido que pasar alguna noche.

Su coche tenía un pinchazo, y no sabía con quien poder contar en el pueblo para arreglarlo. Tres pueblos más arriba, había unos chicos que entendían, porque por allí no eran necesarios. Así como herreros, había en todos los pueblos.

Unos chicos del pueblo se ofrecieron para ir a buscarles, Joaquín se lo agradeció, les dio unas monedas, éstos se pusieron muy contentos, enseguida se dirigieron en busca de ayuda.

Mientras tanto, le invitaron a ver las comedias que se iban a representar ese día. Primero salían a escena los más pequeños  y más tarde los mayores. Se quedó encantado, pensó que la espera había sido entretenida, valiendo la pena.

Cuando vio actuar a mi abuela, quedó impresionado, había visto muchos actores y actrices, pero nunca con una interpretación con tanto sentimiento, que hasta se le pusieron los pelos de punta.

 El era el director de una gran compañía en Madrid, que actuaban por todo el mundo, pronto tendría que atender a unos compromisos, para llevarlos a cabo muy pronto.

Se acercó a mi abuela tras la función.

Ella al verle, se quedó prendada de sus ojos negros, ella los tenía verdes, grandes y expresivos. Era como un libro abierto, en ellos se podía ver un alma limpia y cristalina.

 Joaquín, le preguntó a mi abuela si pudiese enseñarle el pueblo. A lo que ella accedió con gusto.

Le dijo a uno de sus primos que les llevase en su carro tirado de bueyes, a lo alto del pueblo, para que contemplase desde otra perspectiva, donde se encontraba situado el pueblo.

Le enseñó las eras, que había, las de arriba y las de abajo.

Donde hacían labores para el trigo, con los utensilios de labranza.

Incluso le llevó donde vivía ella, su familia siempre había sido acogedora para todo el mundo.

Era una familia campesina sin comodidades, pero lo poco que tenían lo compartían.

Mi abuela se llamaba Luz, siempre me gustó ese nombre. Así que en el escenario brillaba como una estrella. 

Había una cosa de ella que hizo huella en mí. Muchos días me llevaba con ella a una pequeña ermita, arriba de una montaña cercana al pueblo. Allí rezábamos juntas al cristo que se encontraba dentro, que se llamaba, de los buenos temporales. Cogíamos flores por el camino, subiendo la pendiente. Después mi abuela que tenía la llave de la ermita, abría con cuidado y poniendo una pequeña vela junto a la gran imagen del cristo, rezábamos unas oraciones. 

En su testamento me dejó encargada de mandar construir una nueva ermita, para conseguir que el cura del pueblo subiese más a menudo a decir misa. Así mismo dar lagunas misas por ella y toda su familia.

Joaquín se despidió de ella, para acomodarse en la casa donde iba a pasar la noche.

Transcurrió el fin de semana y todo volvió a la normalidad, las labores del campo. Para Joaquín su viaje a Madrid.

Allí le esperaba gente de su compañía que se llamaba “ El Universal”, justo esa noche estrenaba una obra.

En la función era muy importante el decorado y la primera protagonista, toda la obra giraba entorno a ellos.

Así que con el trabajo de director, se olvidó de mi abuela.

Ella en el pueblo seguía con sus obras en el centro cultural, cantando en los campos para amenizar las labores, era querida por todos.

La comunicación que el pueblo tenía con el exterior eran las cartas, estaban acostumbrados a recibir el correo una vez por semana, los miércoles.

Mientras, una de las actuaciones que Joaquín tuvo en Francia, se tuvo que cancelar, ya que la actriz principal enfermó.

Intentaron conseguir alguna otra sustituta, pero ninguna encajaba con el papel.

Se trataba de representar, el trabajo de las personas de un pueblo pequeño de Andalucía.

Pensando, le vino a la mente mi abuela, ella encajaba bien con el papel, pero era solo una idea que le resultaba complicada.

Tuvieron que cancelar la gira, pero a la vuelta de Madrid tenían que actuar como fuera.

Estaban en juego otras actuaciones por otros países.

Al parecer la enfermedad de la actriz principal era más grave de lo que pensaban.

Joaquín no tuvo otra opción que ir al pueblo en busca de mi abuela, hablar con sus padres para llevársela a Madrid, ya era mayor de edad. Todos la despidieron con flores, música y tristeza en el corazón.

A la llegada a Madrid le buscaron ropa, para comenzar su andadura de estrella en el mundo del espectáculo. Pronto aprendió los diálogos e interpretaba muy bien.

Le pusieron el nombre artístico de Alegría, poco a poco empezaba a hacer alguna obra pequeña, mientras se preparaba para la que tenía que representar en otros países.

Todos los miércoles llegaban cartas de mi abuela, y el cura del pueblo las leía, tenía palabras para todos.

Su familia le añoraba.

Llegó el día y mi abuela debutó en París, estuvo brillante. Todos los medios de comunicación hablaban muy bien de ella. Decían que era la Alegría de España.

Después de cada actuación Joaquín y mi abuela eran invitados a fiestas.

Siempre iban juntos, ella empezaba a sentir algo especial, él también tenía muestras de cariño hacia ella.

La actriz que sustituyó tenía una enfermedad incurable. Mi abuela la visitó varias veces y se hicieron buenas amigas.

Siguen llegando cartas de la abuela al pueblo, contándoles sus experiencias, y cosas en particular para alguna persona.

La abuela empezaba a notar que se encontraba mareada tras los ensayos, las obras de teatro le agotaban, era una persona altamente sensible. Pero ella seguía adelante.

Iban hacer tres años desde que se fue del pueblo. Su agotamiento, desmayos, eran más frecuentes.

Joaquín se dio cuenta de esto. Pensó contratar a alguien, para que mi abuela estuviese más tranquila: de personas, fiestas y actuaciones.

Así que llegó Melisa a su compañía. Pronto se hicieron amigas.

Mi abuela se recuperó, acompañaba otra vez a Joaquín a las fiestas.

Melisa seguía actuando como Alegría.

Mi abuela se empezó a dar cuenta que Melisa estaba enamorada de Joaquín, siendo correspondida por él.

Un día la mandó ir a su habitación. Melisa confesó que así era, pero mi abuela le contó sus intenciones.

– Hoy irás con Joaquín a la fiesta, al final de la misma le entregarás esta carta, sé que él también te quiere, no hay mayor signo de amor que dejar libre a la persona que amas.

Así que ese mismo día volvió al pueblo.

Contó a todos que había sido muy feliz, pero que su sensibilidad no podía con tanta fama, fiestas, muchas emociones.

Al poco tiempo conoció a mi abuelo en una de sus actuaciones en el centro cultural.

Estaban haciendo Romeo y Julieta, se les veía tan reales, que ahí surgió su amor.

Tuvieron dos hijos y dos hijas, mi madre fue la pequeña.

Su primer hijo vivía allí en el pueblo, era agricultor como el abuelo, tuvo 4 chicos.

La segunda hija se casó con un agricultor cerca del pueblo y tuvo un chico y una chica. El tercer hijo, se fue a trabajar de cocinero a Madrid, tuvo dos chicas y mi madre se casó con un obrero de un pueblo cercano, nos tuvo a mi hermano y a mí.

Un día, a mi abuela le comunicaron que le pertenecía una gran cantidad de dinero. Melisa y Joaquín habían muerto en un accidente de tráfico.

Todo su dinero se lo habían dejado a mi abuela, ellos no tenían a nadie.

Así que ella con pena y gratitud lo recibió.

Repartió parte a sus hijos, de esta manera, yo pude ir a estudiar arte dramático a Barcelona.

Ahora soy una actriz polifacética muy famosa. Tengo un equipo muy bueno con los que trabajo bien, por supuesto con un psicólogo, que me enseña a poder hacer mi vida con la mayor normalidad. Mi abuela me lo aconsejó.

He tenido muchas actuaciones en público, mi familia me ha acompañado cuando ha podido. ¡No les voy arrastrar por todo el mundo!.

Cuando voy a verlos a todos, siento lo importante que es la familia, tanto para los buenos como para los malos momentos.

Por eso escribo este relato con todo mi amor a mi abuela, que si me está viendo, se sienta feliz. Te quiero abuela

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