La certeza
Después de la frugal cena, cansada y arrastrando sus doloridos pies, se dirige a la terraza. La vieja mecedora la espera, como siempre, silenciosa y acogedora. Se ha logrado crear una perfecta complicidad entre ellas. Acomodándose con algo de trabajo en su querida compañera, pasa una mano por su pelo, oteando al tiempo el horizonte...