Diez veintidós
Allí estaba, mirando el horizonte perdido entre las vías casi ocultas por hierbajos. Cuántos trenes vistos desde el andén. Cuántas vidas no vividas abortadas con el último silbato. Bajo el reloj de la estación, detenido en unas diez veintidós, el banco de tantas tardes se mantenía desvencijado en su lugar. Detrás, los vidrios rotos de la...