Yo iba contigo, dormitando a ese lado tuyo que era el mío. De un momento a otro cogerías mi mano entre las tuyas y yo reposaría mi cabeza sobre tu hombro. El futuro se mostraba tan predecible. De repente, el metro me zarandeó en la siguiente parada y me bajé de un salto antes de que las puertas me impidieran regresar de nuevo. Desde el andén, pude ver como el vagón continuaba su trayecto con nosotros dentro, hacia un lugar que ya se había ido.

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