Acta del Jurado de Historias de familia 5

En Madrid, a 31 de enero de 2019

Un jurado compuesto por profesores de Talleres de escritura creativa Fuentetaja y por miembros de la Fundación Escritura(s) ha decidido conceder los premios y menciones que se indican abajo.

En esta quinta convocatoria de Historias de familia han participado 469 relatos. Ha habido 41.408 votos emitidos en 13.521 acciones. El número de lecturas ha sido 80.313 (lo que hace una media de 171 lecturas por obra).

PRIMER PREMIO

dotado con 300 euros en metálico

Esteban Herrero, por “Nuestra era

Un relato desgarrador, muy cuidado, impecable en su estructura y en el tono que consigue el narrador para reconstruir la atmósfera de su hogar muchos años después de los hechos, con una voz íntima que lucha contra el tremendismo que empapa las imágenes y acciones del padre. El texto es crudo, muy duro, muy emocional también: pivota sobre la figura de un padre desalmado y violento que se queda solo con sus dos hijos pequeños cuando muere la madre, y queda desubicado, perdido, hasta que muere mucho después. Contado por un hijo primero temeroso y luego distante, pero que no quiere desvincularse del todo, o con un fuerte sentido de la responsabilidad: una construcción del personaje del narrador muy sólida.

RELATOS FINALISTAS

Por orden alfabético

Arturo Moreno, por “El último consejo

Funciona muy bien, con una estructura muy trabajada: El tiempo en que lo escribe el narrador es la víspera de cumplir con el último deseo de su abuelo, lo que le permite bascular el relato con dos momentos: ese tiempo presente, el del viaje, con un comienzo que demora el motivo del relato, que se recrea en un estilo seco, nada recargado, con comparaciones y descripciones muy inteligentes, y que conecta con el final (el encargo); y el cuerpo del cuento, con el recuerdo del abuelo como influencia fundamental en su vida, por su magisterio, que queda bien recogido a partir de unas pocas fórmulas que dan la pauta de su sistema de valores, corregido justo al final de su vida al subordinarlos todos al amor.

Cecilia de Vecchi, por “Totito

Es interesante la perspectiva del narrador, ese alejamiento que se justifica por los años trascurridos desde la muerte del protagonista, por la edad en que tenía el narrador cuando este murió y por el parentesco lejano que los unía, y que le sirve para enfocar la historia con un tono neutral que busca ser objetivo, sin permitirse sentimentalismos. El protagonista, bien perfilado, es Totito, su tío abuelo: un personaje llamativo, un tanto extravagante (sin él buscarlo), del que se desprende (por sus acciones y el trato condescendiente de los demás) algún tipo de minusvalía intelectual que el narrador, de niño, no acertaba a comprender del todo.

Delia Renedo Infante, por “El monolito

El comienzo ubica de inmediato al lector: un monolito en un cementerio sirve para recordar a 63 desaparecidos en la guerra civil cuyos cuerpos no han podido ni siquiera enterrar los suyos. Uno de ellos: el padre de la narradora, que funciona de destinatario del texto, lo que refuerza su ausencia en el diálogo que intenta tener con él su hija. Pero la protagonista principal de la historia es la madre, que debe sacar adelante a su familia sola. El relato es la selección que la narradora le hace al padre de unas pocas historias desgarradoras, durísimas, que son los obstáculos que les pusieron pero también cómo fueron capaces de superarlos. Muy bien escrito, equilibra con destreza el tono cálido, afectuoso (agradecido) de la narradora con su voluntad de orden y de claridad en la exposición de los hechos.

Eduardo Parro, por “Después de todo

El comienzo, abrupto, hilarante, desconcertante, abre un texto muy duro en el que el narrador se muestra apático, vencido, para marcar sin un ápice de autocompasión una atmósfera hecha con los trazos de una vida, la suya, que parece ya insalvable, con su repercusión también en su familia (con su cuñado muerto, su mujer engañada, su sobrino ofendido y su hijo drogadicto). Un relato vibrante, rápido, muy bien escrito, lleno de escenas y personajes extremos.

Ernesto Rivero Dugo, por “Los cuatro mundos de Baldo

El relato es una biografía que tiene mucho de etopeya, un intento de comprensión de un personaje quizá no carismático pero sí emotivo, por su candidez, por su ingenuidad, por la soledad en la que vive. El narrador, omnisciente, lo cuida en la descripción, es afectuoso con él, y ese trato facilita la empatía del lector con el protagonista, Baldo, que anda perdido en cuatro mundos (cuatro tiempos) que no consigue conciliar: una desorientación que potencian el lirismo y la cadencia de la prosa del texto.

José Luis Chaparro, por “Señor, ten piedad

La escena es sugerente, con el narrador asistiendo al funeral del protagonista del relato, su tío Anselmo, intercalándose en el relato la homilía del cura con sus propios pensamientos, que se dispersan en muchas direcciones, porque aunque en un primer plano permanece su tío, lo que ha ido sabiendo de él, aparecen también en su mente otras asociaciones que implican a otros miembros de su familia y sus relaciones entre ellos. Su actitud es fría, de desapego (no solo hacia su tío), pero esa sinceridad lo vuelve atractivo al lector, que disfruta metido en su cabeza. También la figura de la madre, con alzheimer, aunque con un papel mínimo, resulta interesante.

Katy Giraldo, por “Cuando la nieve cae

El relato funciona muy bien, por la tensión que mantiene del principio al fin, por los personajes (no solo el de la anciana), por la posición alejadísima del narrador, por las descripciones, por los sentimientos de los que se va empapando el lector (angustia, valentía, impotencia, rencor…). Incluso sin el último párrafo sería un relato notable. Pero el final es excepcional, al darle la vuelta a la situación y llenar de sombras la actitud de la anciana, de pronto de una ambigüedad moral desconcertante.

Laila Arcas, por “Hatem

El relato, que desarrolla el narrador a partir de unos pocos objetos, comprime una historia emotiva que funciona de algún modo de balance sentimental, muy medido, nada visceral. Es, en primer lugar, la reconstrucción de una vida, la de su padre, al que apenas ha conocido: cada objeto le sirve para intentar entenderlo, para interpretar sus decisiones, para darle una silueta con la que salvarlo. Que viene dada por el conocimiento de su muerte, avisado por un whatsapp de un hermanastro con el que tampoco ha tenido ningún contacto, que marca el momento de la narración.

Lino García Morales, por “3 P.M.

La estructura del relato es audaz, con tres tiempos que se superponen para cartografiar la vida de Fernando, con el primero y el último párrafo para dar forma a la escena final y el segundo y tercero como puntos cardinales de su biografía, que en esa escena final aparecen como recuerdos. La escena final es el suicidio de Fernando en la bañera con el vestido de novia de su madre; el resto las causas que lo llevan hasta allí, el maltrato que ha sufrido a lo largo de tantos años por su condición sexual, y su relación con el agua, la única vía de libertad con la que había dado.

Ramón Ariza Guerrero, por “Sobre su tumba

El relato tiene puntos fuertes indudables. Señalamos dos: su lenguaje lleno de imágenes, muy trabajado, cada palabra o cada frase con una carga emocional muy cuidada, y su estructura, con un aspecto casi analítico en ese examen de conciencia en que se convierte el relato a partir de su confesión de que odia a su madre, muerta hace ya tiempo, que permite además conocer de soslayo al lector la vida difícil que ha tenido el protagonista, excluido, inadaptado.

OTROS RELATOS DESTACADOS POR EL JURADO

Adriana Mesiano, por «Alas y rayos de sol»

Agustín Villacís, por «La olla de la abuela»

Alexander Hohmann Fernández, por «Desequilibrios»

Amanda Smidth, por «Sopa de sombras»

Ana Lía Severino Ossio, por «Homenaje»

Cortes F. Escalante, por «Palabras de mariposa»

David G. Cruz, por «El hijo de mi padre»

Diego Durán Franco, por «Mi tío José»

Francisco Javier Guerra del Río, por «El lenguaje del alma»

Juan Cristóbal Espinosa Hudtler, por «Misterios de una vida»

Lucas Mostrenco, por «Tlanchana»

María Gafo, por «La vida cambia en un instante -un instante normal»

Mauricio Rojas, por «En sus recuerdos»

Miguel Blanco, por «Un caracol en la mano»

Miriam C.M., por “Adriana

Roberto Cotanda Puchol, por «Familia»

PREMIO AL MEJOR LECTOR

dotado con el videotaller de Elvira Navarro: Escribir nuestros orígenes: La novela de la madre y del padre

Cortes F. Escalante

Con numerosos comentarios, muchos de ellos extensos, siempre generosos, pero con un análisis del texto riguroso y la voluntad de ayudar a su autor a mejorarlo.

PREMIO AL RELATO MÁS VOTADO POR LOS MIEMBROS DEL CLUB

dotado con el videotaller de Elvira Navarro: Escribir nuestros orígenes: La novela de la madre y del padre

Judith Armele, por «La suave pulpa de los duraznos maduros«

Ha recibido 409 puntos y 1153 lecturas (a 31 de enero)

 

Gracias a todos. Oportunamente nos pondremos en contacto con los ganadores para la entrega de premios.

La decisión del jurado es inapelable y la organización no puede mantener correspondencia sobre los aspectos del premio. Existe un espacio de comentarios que la organización consulta periódicamente en busca de observaciones que nos permitan mejorar sucesivas ediciones. Os animamos a usarla para comunicarnos vuestra impresión sobre este concurso.

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