Sofia y el ultimo angel caido

Sofía, la diosa primigenia

“Para caminar junto a mí tu vida debe terminar y renacer en la mía. Te daré vida eterna, amor eterno, poder sobre la tormenta. He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”. Francis Ford Coppola, Drácula de Bram Stoker.

Aunque esta frase no pertenezca al libro de Drácula de Bram Stoker, es relativamente hermosa; relativa, ya que un demonio no puede amar o si, bueno Samael, un arcángel celestial, amo a una mortal como lilith, y con ella llego el caos a este mundo; ¿una deidad puede corromper al universo, por amar a una mortal?, vaya uno a saber, ¿por qué una deidad puede amar?, si puede crear de la nada un cosmos, puede crear universos temporales donde habitar, puede crear vida, pero esta deidad amo, y amo a una mujer corrompida por los lazos de la noche.

Te he observado desde los confines del universo, te he esperado por siempre, mi DIOS, tu altivo DIOS, no me dio la oportunidad de tocar nuevamente tu humanidad, ni de estar presente, en tus momentos de tristeza, ni de alegría; he fallado para amarte, y no he tenido tiempo, para desechar mi divinidad; pero tengo que vengar tu destino, hija eterna de la oscuridad, hija nacida bajo las huestes malditas de YAVHE, por ti, amor mío, hoy estoy encadenado a estos mundos, llenos de caos, tú eres la semilla, tú eras mi tentación, sé que tu condena será eterna, por eso mejor morir, que seguir viviendo una eternidad, sin ti; entre fluctuaciones cuánticas, tiempos y espacios, una marea de muerte a mí espaldas me acompaña, he destruido universos con mi voz, porque mi poder blasfemo puede destruirte, subyugado me postro ante ti mi diosa primigenia, así solo sea una sombra para ti, mi amada e infernal lilith.

Ella iba desnuda, tendría tan solo seis años, andaba sin un horizonte firme, abrazada al endemoniado calor del desierto; seis años y no sentía calor, ni frío, sus pies por muy quemados que estuviesen no ardían para ella, ni su cuerpo herido, la abatían, para llegar al lugar donde su espíritu, estaba predestinado a vivir; las heridas de su cuerpo, eran un soplo de viento gélido y confortable, mientras caminaba con sus pies desnudos y heridos, quemados por el óleo solar, de un desierto difuminado, por el calor aplastante de un infierno ardiente; ¿quién era esta niña que andada sola?, bajo las fauces de un yermo árido, ¿tal vez huía de algo?, ¡no lo sé!, solo sé que jamás su progenie nació, ya que esta niña no tenía alma, pero si un espíritu indómito que podía dominar las estrellas.

Y pronto llegando al final de su camino y detrás de su espalda, una tormenta de nubes negras y maléficas, se formaban en torno a ella, estas la reclamaban como suya; la niña giro su cuerpo languidecido y con sus ojos de diosa, le dijo a su abnegada madre, que la llamaba desde la mortífera tempestad.

—Prefiero morir bajo el calor de este desierto, o por criaturas que albergan la oscuridad de la noche, que seguir dormitando bajo las huestes de tu maldición y no mandéis a esa cosa a buscarme, ya me di cuenta lo que soy, lo que tú nunca serás, madre mía, yo podré vivir eternidades, tú vivirás solo momentos, miradme no he muerto y sé que tú no eres, una diosa primigenia.

17 de julio 2023, 6.10 am

El Cielo de esta ciudad últimamente ha estado gris y muy lluviosa, ha estado triste como Sofía, siempre va triste recordando cómo es su vida y como han sido sus vidas, recuerdos borrosos que vienen y van, pero son recuerdos, tal vez de su infancia o sus infancias, pero esa reminiscencia pasada, es muy confusa y se pierde como un buen o mal sueño.

A veces ríe de sí misma, de sus pensamientos y recuerdos confusos; como la vez que miro las plantas de sus pies, cuando los secaba, y veía que estos tenían cicatrices, como si en algún momento los hubiese quemado o cortado con algo, o las tantas veces que vio sus brazos con pequeñas marcas, que se difuminaban en su piel blanca, a veces se cuestionaba, si eso fue hecho en alguno de los tantos castigos pavorosos, que le ha infligido su madre, aunque en sus memorias, jamás tiene recuerdos de castigos tan severos, ella piensa que fue algún accidente, le gustaría preguntarle a su madre, pero siempre su respuesta es ambigua y altanera.

Prefiere sumergirse en pensamientos, donde ella está junto a su amado Ricardo, lo ve tan bello, su cabellera negra, sus ojos azabaches, su tez pálida, su dentadura pareja y blanca, acompañado de una barba de tres días, coronado por unos labios carnosos y rojos, y ella dice entre sus dientes, —es tan alto, sé que me defendería de esos malditos cabrones, que me ven, como si quisieran follarme, los odio.

Ella sigue en su pensamiento, pero llega una imagen fugaz o pequeños trazos de recuerdos, de un hombre de pelo negro apelmazado, de tez morena, de estatura mediana, una barba de muchos días; y este la llama, clama su nombre entre expresiones melancólicas y primitivas, mientras las llamas de un fuego lo queman, queman sus ojos y su piel y así sigue el pensamiento, mientras que su carne y sus huesos, son devorados por las entrañas de este fuego infernal.

—Sofía, libérame de estas ataduras, no me dejéis morir, no me duele, que quemen mi cuerpo y mi espíritu, me duele, es que me alejen de ti, mi diosa primigenia.

Ese fugaz retazo de recuerdo, la hace volver en sí, como un déjà vu pasado, sabe que ha visto la cara de ese ser, en algún intersticio del tiempo, solo que su recuerdo siempre termina en muerte, suspira y habla consigo misma, —¿quién es?, lo he visto en alguna parte, ¿será que me estoy enloqueciendo?, lo veo y me tiembla el cuerpo, ¿será en la escuela, o en el colegio?, de verdad no sé, ¡DIOS!, ¿por qué últimamente me pasa tanto?, serán las hormonas, raro, así tenga la regla o no, es la misma mierda, que más tiene que cambiar mi cuerpo, si ya voy para 19 años o ¿será porque soy virgen?

Trata de nuevo de pensar en Ricardo, pero la imagen oscura de este ser, la asusta, pero le mueve y le reconforta el corazón, se pierde en la imagen etérea de ese ser; mientras observa el cielo a través de la ventana del autobús, ella siente que la observan, mira a su alrededor y ve la gente ausente mirando sus móviles, apesadumbrada vuelve y mira el horizonte, frío e invernal, mientras que con su vaho, escribe en la ventana, Ricardo y Sofía por siempre, y lo termina con un corazón, cuando de repente, entre ese vaho y la niebla de esa mañana, por la ventana, mientras terminaba de escribir, sus asuntos amorosos, esta observa una figura que levita en el aire y su imagen llegaba velozmente a la ventana, y esta vez, ve a un ser con ojos negros sin pupila, una cara con una cicatriz en la mejilla, vistiendo un sayal negro, mientras que el autobús iba a 80 km por hora, este impávido le decía con una voz secular y maldita, tan oscura como el mismo, esta voz no era normal, sonaba a muerte.

—Sofía, hoy es tu día, hoy es el día, de tu advenimiento, hoy te será otorgada la vida eterna, hoy de tus entrañas nacerá la salvación del universo.

Esta vez asustada, cierra sus ojos, y se coloca a llorar, un gran rayo cae y a los segundos su sonido espanta a todos los ausentes del autobús, el relámpago los revitalizo, de ese letargo tecnológico, en los cuales ellos se encontraban; Sofía sé calma, o él la calma, su voz se trepa, se enmaraña, toma a Sofía entre el espacio-tiempo y su mente vuelve a ponerse en blanco, él está arriba, más arriba del cielo; entre el cosmos, se esconde en un universo oscuro, chocando con el nuestro, eso creen algunos científicos, cuando ven el fondo cósmico de microondas y no son capaces de resolver las variables de esas imágenes, que solo muestran galaxias, supercúmulos cósmicos, o el gran y temido atractor, bueno me equivoco, ya que este está oculto, por la gran cantidad de polvo estelar de nuestra galaxia; pero lo que sí es cierto, es que una entidad cósmica la acecha, la cuida, ella se siente observada, pero protegida, por ese algo o alguien que la observa.

Ya son las seis y media de la mañana, ella se baja del autobús, aún confundida, esta mañana no ha sido buena para ella, así hubiese tomado su medicamento para la ansiedad y para la tiroides que la aqueja, ella sigue apesadumbrada y temerosa, del último recuerdo, era un pensamiento o fue real, jamás un razonamiento había cruzado esa línea de la realidad; Sofía se encuentra con su casi novio, el primer novio que tiene en esta vida, pero hay un recuerdo que ha pasado desapercibido, un recuerdo de una figura a la cual ha amado, a través de los tiempos, solo que este pensamiento está muy oculto, tan oculto como sus infancias y sus imperios; le da un beso a Ricardo; sin embargo, otros besos, vienen a su cabeza y en su pensamiento todo explota se revoluciona, —¡porque!, cada vez qué pienso en Ricardo, se me vienen otros pensamientos, ¡DIOS!, PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO, Ricardo la mueve y esta vuelve en sí, estaba abstraída, perdida en su discernimiento, en sus recuerdos oníricos, que últimamente son más recurrentes y espontáneos, y este le pregunta con una sorna —porque rezas, así son tan feo que te asusto, y con un no, ella le responde; una sonrisa inocente, unos dientes perfectos y con un aliento a menta y a dulzura, esta besa la boca roja, de este guapo caballero y así se dibuja esta pintura al óleo, que queda más que enmarcada en el tiempo; pasan las horas, y la lluvia no amaina, más fuerte se hace, su tristeza se profundiza.

Sus horas se van en pensamientos caóticos, de mundos que no existen, en donde es una diosa, pero el poder de su DIOS es tan grande y apabullante, que la van desmoronando y este ente cae de rodillas y llora profusamente, sobre esos átomos que van desapareciendo en ese universo, su voz inquieta a los demás seres, que se aterrorizan, cuando de repente sus cuerpos son pulverizados, por rayos muy calientes de plasma y esta divinidad destruye ese universo sin compasión; Sofía ve su reloj ya casi cierran, hace media hora hablo con su madre y no podrá salir con su amado a conocer la ciudad, le toca llegar a su casa y confrontar lo que pasa con su caótica madre, pide a su novio que tan solo la pueda llevar rápido a su casa, pero este se pierde de vista, tiene algo más importante que hacer, Sofía lo entiende, siempre lo entiende porque lo ama, pero en su imaginación ama a ese ser despiadado, destructor de galaxias, universos y tiempos, ese ser cósmico la atrae, como un agujero negro atrae a la luz, pero esta vez un algo, muy distinto la observa, y sabe lo que va a pasar, los otros que lo acompañan se burlan maléficamente en la oscuridad de su alma, este algo con sus garras, destruye y aplasta la cabeza de un pobre policía.

Ella iba desesperada, acechada y perseguida por tres hombres, que la habían visto salir, de su lugar de trabajo, mientras esperaba a que amainara la lluvia; que pronto se convertiría en una enorme y potente tempestad; ella aún no sabía, que sembraría la semilla del caos en la tierra, y en este vasto universo, calles oscuras y desiertas, acechaban la fragilidad de esta pequeña mujer, de complexión gruesa, pero de caderas candentes, de piernas subliminales que encenderían la virilidad de los mismos dioses, su cuerpo torneado y sus pechos mojados, calentaban la frialdad, en la cual hervían aquellos seres invocados, desde el fondo de los oscuros infiernos, hasta conquistar, con sus maléficos encantos, a seres que están más allá de nuestra realidad y compresión, con razón sus antagonistas la miraban con lascivia, sus cabellos oscuros azabaches, su tez pálida, unos grandes ojos verdes, a simple vista era hermosa, tenía la faz de una diosa

ellos, lo tres hombres arcaicos que la perseguían en la oscuridad de la tormenta, ya la habían visto en varias ocasiones, en el mercado donde ella trabajaba de cajera, pero ese día fue distinto, unas horas antes, había pasado algo, que fue el punto de quiebre; uno buscaba venganza y los otros dos buscaban placer carnal y terminar el trabajo, que una vil persona les había encomendado; siempre iban a lo mismo, a comprar tres paquetes de cigarrillos Marlboro y dos litros de Jack daniels, ese día llegaron a la caja a pagar y uno de estos machos insolentes, le preguntaba la misma estupidez, la misma cosa inútil, que no se le debe preguntar a un dios, —reina estáis muy bella, cuando os darás la oportunidad de conoceros, estaríamos dispuestos a llevarte, hasta el fin del mundo, hermosura.

Tocaban blasfemamente sus suaves manos y miraban como poseídos, sus pechos redondos, y en su imaginación voyerista y corrupta ya la habían desvestido, uno de ellos siempre miraba su trasero y con su lengua bifurcada se saboreaba, acto grotesco, hecho por machos inútiles, que desafiaban él entornó fétido de aquel mercado ruinoso y oscuro, ella por dentro sentía una ira, que la quería hacer estallar, trataba de controlarse, de no poseerlos, de no destruirlos; pero en sus vagos recuerdos, se aloja un momento, donde era tan sola una niña, y un pastor de ovejas ya entrado en años, la agarro del sayal percudido por el tiempo y la trato de corroer, ella con su mirada, se quedó observándolo, mientras este caía de rodillas sobre el suelo desértico, y su cara, como su cuerpo se iba deshaciendo, cayendo en pedazos, el hombre gritaba de dolor, mientras veía caer su piel y se inundaba de sangre, ella callada solo observaba, como este humano era destruido, por faltarle al respeto, a una diosa primigenia.

Sofía se sentía incómoda, asqueada, su pensamiento se nublaba en una divagación de recuerdos de destrucción, uno de los machos cabríos y asquerosos que la deseaban, la agarro del trasero y súbitamente cayó al piso golpeando la nariz en el acto, mientras que su cuerpo metamorfoseaba, se agitaba en convulsiones horrendas; Ricardo salió del baño apurado, mientras subía su bragueta y su virilidad hacía denotar que había hecho algo más, que tan solo orinar, detrás de él y con gritos lastimeros, estaba la maldita, la vil enemiga de nuestra diosa, la amada supervisora de Sofía; mientras esta acomodaba su falda, el susto invadió a las demás personas, que se unieron en torno a la algarabía, mientras que veían a este hombre convulsionar y bañado en sangre, la supervisora se imaginaba o suponía que Sofía le había hecho algo, —¿qué paso acá?, Sofía acaso le hiciste algo al caballero, ¡lo golpeaste!

Y Sofía miraba aún más desafiante a la supervisora, y ella dejó de preguntar,

—¡no!, no le hice nada, aunque debería, por mí que se muera, porque tiene que agarrar mi trasero, le pareció tan bueno, que se desmayó o tengo la culpa Miranda, dime y me voy.

Unos de los hombres, agarro al malherido y sus convulsiones fueron mermando, hasta que entro en si, mientras que miranda lo ayudaba a ponerse en pie, ellos cogieron a este buen hombre y uno de ellos dijo a la supervisora.

—Señorita Miranda, cierto ese es tu nombre, no ha pasado nada, este gilipollas sufre de convulsiones esporádicamente, es de tanta droga que se mete, perdonad si hicimos alguna imprudencia, pero la señorita aquí presente, no hizo nada, ya nos íbamos.

El hombre y Miranda fusionaron sus miradas y con un par de sonrisas macabras, se disculparon mutuamente, esta agarro otro litro de jack daniels y se lo dio de cortesía por parte del mercado, por la afrenta recibida; ella creía que Sofí, como ella le decía, lo había abofeteado, la llama y con tono iracundo, le dice.

—¡Sofía!, te espero en la oficina, no tardes.


ΣΑΤΑΝΑΣ

Sofía entró en aquel cubículo de los años 80, desgastado y ruinoso, la maldita supervisora empezó a increparla, de una manera poco ortodoxa y agresiva, Sofía no se quedó de brazos cruzados, a la única que le toleraba los abusos, era a su mamá por el respeto que esta le infundía,

— ¡dale me voy!, pero antes te denuncio por cómplice, por dejar que otro me manosee, ¡o es que no sabes qué hay cámaras!, ¡ahhh se me olvidaba que eras tan idiota, que no te habías dado cuenta!, a mí poco me agradas, entonces si te vas a las malas conmigo, yo me voy a las malas contigo, no tengo nada que perder, ¡tu sí!.

Sofía la miro despectiva y fijamente, su mirada era de odio, mientras Miranda, con un temblor que escurría por su cuerpo, solo opto por callar, la diosa tenía la maldita razón, Miranda de alguna forma se había salvado, bueno eso no era tan cierto; un mensaje de Telegram entro al móvil de miranda, este le decía,

—¡acuérdate!, no podemos perder la oportunidad, es esta noche, ¡contrólate!, después de este día, podrás hacer lo que queráis, ¡cálmate!, que tu odio, te está haciendo perder la cabeza y la cordura, tanto esfuerzo, para que tú botes todo a la basura.

La ira tomó sobremanera a Miranda, esta apago su móvil y se dirige sin mirar a Sofía, ya que su mirada la intimidaba, y le dijo que se retirara del aquel cubículo mugroso, que nada había pasado, que siguiera con su trabajo, al estar sola atino a decir en una farfulla coherente

—¡ojalá!, para mañana no te vuelva a ver jamás ¡¡perra asquerosa!!, ¡¡maldito Ricardo!!, porque me tenías que encartar con esta puta.

¿Quién era Sofía?, ¿era la elegida?, ¡no!, no lo era, era otra mujer, de la cual hablaba una antigua profecía, una profecía que no estaba escrita en la biblia, pero sí en un texto apócrifo de gran antigüedad, que fue encontrado por la inquisición, en una oscura y maléfica parroquia.

Las malas o buenas lenguas decían, que su sacerdote, junto a algunos monjes y feligreses, empezaron a adorar a satanás, esto debido a un noble y sabio siervo, que un día llego junto con la inquisición, también llegaron con ellos innumerables libros y textos prohibidos, que no habían llevado al papado de Aviñón en su última cruzada, por miedo a la excomunión o por miedo a algo más; la inquisición se fue y el siervo se quedó a vivir en los sótanos húmedos y oscuros de esta parroquia, este siervo era un antiguo clérigo y escriba de la iglesia católica, el cual transcribía textos apócrifos, malditos y antiguos.

Pero el mal ya había llegado con ellos, o ellos habían raptado ese mal; había un cofre que estaba sellado con figuras arcanas, para el siervo le era imposible abrirlo, no había llave o instrumento alguno, que pudiese descubrir los secretos del tal cofre, alguna riqueza musulmana, algún tesoro bizantino, o la corona radiata de helios, nada de eso, la umbra se iba apoderando de las catacumbas, del sótano, del cementerio, del pueblo y por último empezó a corromper la parroquia.

Algo rondaba en la oscuridad, unas tinieblas, aún más oscuras, y estas clamaban al siervo, pero este ya está habituado a esos llamados malignos, pero esta vez era totalmente distinto, un ente revestido en oscuridad, le susurraba, lo arropaba en las noches frías de invierno, era su cómplice y año tras año, esa amistad hacia esa umbra, fue creciendo desmedidamente, hasta que arropo definitivamente la esencia del siervo y en el séptimo año de vivir en la parroquia, la umbra le hablo, ya no era un susurro, era una voz fantasmal y oscura, esta tomo, forma y tamaño, se arrastró por el tiempo, esa umbra se metía en los intersticios del espacio vacío de la oscuridad, la voz maligna y arrogante, lo embriagaba de éxtasis y oscureció, su noble y sabia alma.

Amado mío, sé quien eres, acuérdate que ya me observasteis a tus tiernos seis años, te cuide, te ame, ahora estáis aquí conmigo, yo soy la muerte, la destrucción, tú ya me conoces, en todos estos libros yo aparezco, pero falta que abras uno más, ya sabes de qué te hablo, necesitáis de mí, como necesitáis del agua, yo te traje hasta acá, para que estéis en este momento.

El siervo, aterrorizado y tembloroso, busco la biblia y le hablo a aquella umbra maligna, que le diera su nombre y que se marchara de la casa de DIOS, y esta respondió de forma altiva, y las palabras helaron con un frío glacial, el espíritu de este servidor de la inquisición y de DIOS

¡Ja, ja, ja!, ya no me puedo ir, porque esta ya es mi casa, siete años te protegí, siete años viví contigo y así me pagas, ya tu DIOS MURIÓ EN ESTA PARROQUIA, si quieres me puedes adorar, porque yo soy un nuevo DIOS, un DIOS que clama sangre y venganza a nombre de tu dios, yo soy la oscuridad, yo soy el que hacer morir imperios, yo soy el que trae la peste, yo soy el ser por el cual mataron al hijo del hombre y veme aquí, estoy liberado ¡NUEVAMENTE!, yo soy la antítesis del universo, yo soy el que caminara en el ocaso del apocalipsis, yo abriré las puertas del infierno, yo para tu dios soy SAMAEL, para ti y el mundo yo soy ¡SATANÁS!.

El siervo, miro fijamente la umbra, se acercó, se arrodilló y farfullo estas palabras.

—señor, estoy cansado de esta vida miserable, vi cómo la peste se llevó a mi madre, a mi padre y ami hermanito, sé que la peste no fue obra tuya, y sé que la efigie maldita que ellos adoraban pertenecían a tu plano astral, solo quiero abrir ese cofre hay riquezas y quiero poseerlas.

El ente diabólico adquirió forma, se materializó, revestido de una armadura oscura y fría, se fue acercando al cuerpo del siervo, toco su cabellera negra y le mando a que besara sus pies, y que le adorara.

Querido hijo mío, sé que quieres abrir el cofre y romper los arcanos que lo atan, pero sé que lo que menos te interesa es la riqueza, no me mientas, te conozco, te conozco muy bien, desde ante que nacieres, sé que tus únicos deseos, son volver a ver a tu hermanito y vivir eternidades, levántate y dame tu mano derecha, te voy a dar un poco de mi sabiduría, para que escudriñes y encuentres los secretos para abrir el cofre, cuando lo hagas estaré acá, para ayudarte a reescribir el libro.

El ente se fue difuminando en la umbra y su imagen incorpórea, se mezcló con el mundanal frío del invierno de la noche, mientras el siervo cayó de rodillas llamando, llorando, clamando y rogando por volverlo a ver.

No te vayáis, hijo de la noche, te lo suplico, dime que hay en el cofre, tú lo sabes, como te vuelvo a encontrar nuevamente, como te llamo, como vuelvo a caminar tus caminos, no te alejes de mí, te adoro porque eres mi DIOS.

Y la voz de satanás bramo, con fuerza, por última vez antes de desaparecer fulminantemente, en las tinieblas de los sótanos de la parroquia.

Hay un libro, un libro que nos dará, no solo la tierra, sino el universo entero, cuando abras el cofre, volveré, y me bañaré en la sangre de la muerte.

Y así fue, para el siervo le fue casi imposible abrirlo, hasta que llego el día y pudo liberarlo de los siete arcanos que lo ataban, el libro era de una antigüedad oscura e inconmensurable, era tan impío, que había sido sellado por estos símbolos arcanos de tal magnitud y desconocimiento, que no dejaban salir su malignidad, cuando el libro estuvo abierto, la verdadera oscuridad se tomó la parroquia, el pueblo y tal vez el continente entero, el mal había sido desatado y la umbra volvió, rugió, se alegró y un baño de sangre sobrevino, sobre la parroquia, mil muertos en una noche, satanás había conquistado.

Seis años duro abriéndolo y seis años duro transcribiéndolo nuevamente, tamaña empresa casi doce años, tratando de obtener la información de un libro prohibido, ¿y hay estaba ella?, ¡no!, no era Sofía, era otra mujer cualquiera la que hablaba esta profecía, solo que este libro difería radicalmente, a lo que era el libro de apocalipsis, aquella mujer iba a tener un hijo, el cual conseguiría la trascendencia, ya que su cuerpo, alma y espíritu, sé complementaria, creando un ser temido por el mismo DIOS, un ser que destruiría las estrellas y que traería, oleadas de muerte y caos al universo, la destrucción del todo vendría de ese humano, puesto que este cuerpo, podría contener, las almas y los espíritus, de los seres de la tierra y de los demonios, este conquistaría primero el planeta y después el universo.

Pero el siervo se quedó estancado en punto, en el último capítulo, por mucho que satanás, le hubiese dado, tamaña sabiduría, no podía proseguir, porque había una última profecía, pero esta estaba en una lengua que ningún humano hablaba, una lengua que no pertenecía a este tiempo, ni a los demás tiempos, él y satanás se rindieron, pero este último tenía un haz bajo la manga y era que si ese lenguaje, no era terrícola, tenía que ser cósmico, y hay empezó la guerra, entre seres tan inteligentes, como los que viven en las estrellas, contra los demonios que llenaban de terror el firmamento.

Sin embargo, esta guerra desgraciadamente, había empezado antes del caminar de los humanos, este ángel caído, satanás o samael quería venganza, ya tan solo no era la sed de sangre y muerte contra los humanos, sino que iba tras las huellas del adulterio de lilith y aquella deidad cósmica, él estaba en la búsqueda de la niña, de la hija perdida de lilith, y ese capítulo de esa profecía lo decía, ella era la clave para desatar el caos en el universo, nuestra amada diosa, no volvió a ser divisada, se perdió de los anales del tiempo, pero había dejado huellas.

Imperios que crecían, en torno a una diosa, así creció la gran babilonia, los imperios sumerios, persas, asirios, después el omnipotente imperio egipcio, tierra de faraones, su poder llego hasta las orillas del Ganges y del Yang-Tsé, hasta llegar al esplendor de Grecia, y la magnificencia de roma, después los imperios mesoamericanos, la tumultuosa era del islam, hasta llegar a los imperios caídos de Europa, todos levantados, bajo él aló solar y la forja del hierro.

Cuando la civilización iba avanzando en mejorar, eran destruidos bajo la umbra mortal de satanás, cuando él detectaba una huella de la diosa, su afán era encontrarla y matarla, y al no poder ubicarla destruía la civilización; aunque algunas civilizaciones fueron tan avanzadas, que se difuminaron, del espacio-tiempo, como si hubiesen sido raptadas, antes de su destrucción, pero satanás y sus legiones nunca pudieron encontrarla hasta el día de hoy.

Aquel libro fue robado por los cruzados en el siglo XIII, en la última cruzada, fue sustraído de la abadía de santa María de la resurrección en Abu Gosh Israel, el siervo a sus 41 años pudo completar el libro, pero necesitaban con urgencia descifrar el último capítulo, porque al saber el nombre primigenio de la diosa, podían rastrearla hasta nuestra época.

La inquisición después de seis años, supo de la noche en donde el mal se tomó a Europa, donde las huestes del infierno fueron liberados, esto se supo gracias a un monje que lo contó todo, ya que la culpa, lo estaba devorando, no podía dormir, no podía vivir, puesto que la nigromancia, la antropofagia, y las ganas de beber sangre humana, habían domado su alma, este contaba al inquisidor de forma trémula, con sus ojos desorbitados de terror, con su piel que sudaba a raudales, mientras que hacía un frío estremecedor por qué era invierno; su voz cavilaba en una profundidad sórdida, estremecedora y temerosa.

El monje narraba, que esa noche una umbra se hizo presente en medio de la liturgia, mientras el cura oraba en latín, el ser espectral se fue personalizando en un hombre y que esa noche, ellos, el cura, el siervo y este ente oscuro, acabaron con la vida de mil feligreses, en un festín que duro, días, semanas y meses, fue tal la depravación del ser humano, que hasta los mismos pueblerinos, cayeron en esas bacanales impías.

Era tal la corrupción del ser humano, que las mismas personas que habían adorado en la parroquia, la imagen del hijo de DIOS en la cruz, estos mismos pedían ritualizar su cuerpo, en honor a la omnipotencia de este ente diabólico, a la cual ellos lo llamaban el nuevo dios y a lo que el monje lo llamo Míseramente, el diablo; en este espacio de tiempo, la tortura, el canibalismo y la muerte eran pan de cada día, la parroquia ya no era un sitio de culto para DIOS, la parroquia ya era un sitio de culto para satanás, un año duro la depravación, mil personas murieron en una noche y dos mil más, en los meses venideros, a las mujeres les abrían sus vientres y sacaban sus fetos, estos los trituraban en mejunjes, que luego tomaba este ser como si fuese vino.

A las mujeres también las picábamos o las empalábamos con un placer salvaje, teníamos sexo entre hombre y su virilidad también era cercenada y al fuego asábamos los miembros, para satisfacer el apetito carnal del ente, él nunca se levantó del trono; el día que llego, ese día fue el único donde se ensució sus manos y se bañó en la sangre de la humanidad, nos enseñó como matar, y que cada muerte fuese lo suficientemente dolorosa y lenta, para que esa alma trascendiera y se depositará en él.

Después siempre fuimos nosotros, los que cometimos tamañas travesuras, hubo días que fornicábamos todo el día, hasta caer desmayados bajo la cruz de dios, cuando ya alguno no podía dar placer, hacíamos obras de teatro, donde la gente del pueblo era despedazada y despellejada por nosotros, mientras observamos su lenta y dolorosa agonía, el ente se reía de la obra y aplaudía con un gran cinismo reconfortante; fue un año donde no hubo invierno y las cosechas fueron muy buenas, el ente pidió silencio sobre esto y el que contara, como lo he hecho yo ha de morir.

Y así fue, el monje murió, delante de la inquisición, mientras que hablaba su última letanía, su piel se fue carcomiendo desde dentro, mientras que gusanos abrían agujeros y salían de sus ojos, y de su boca salía la peste, el cuerpo se iba desmoronando a pedazos, carne blasfema y sanguinolenta caían; de la garganta del monje, salían cánticos guturales, mientras este gritaba de dolor, el cuerpo despedazado y putrefacto cayó de bruces sobre el piso y la umbra reapareció desde dentro del cuerpo, ante la imagen de la cruz, de la iglesia y de la santa inquisición.

Sus cuerpecitos sabían tan deliciosos, lo que más me gustaba era cuando lloraban, y aún más, cuando eran triturados con piedras y aún vivían, ni que hablar de las mujeres, cuando eran empaladas vivas, me recuerdan cada una, a lilith mi amada y a Eva ¡ja, ja, ja!, amaba ese olor a semen, entre hombres, y amaba aún más, cuando gritaban de dolor, cuando sus partes eran arrancadas de raíz, cuando eran desollados, sus gritos eran música angelical para mí, inquisidor, yo soy ¡SATANÁS!, el enemigo de tu cristo, no me importa blasfemar, porque mi dolor ya está en el infierno, yo soy la llaga del caído, y por mucho que queráis ocultar los MALDITOS libros, uno ya fue abierto.

Los ojos del inquisidor se abrieron de para en par, como si la blasfemia de lo dicho antes por este ser, fuese cosa menor, que mencionar que había abierto el libro, que lo asustaba tanto, la profecía tal vez, o sabía que así como pudo abrir ese maldito libro, podía encontrar y abrir el libro de raziel.

También lo encontraré, y te juro que en el ocaso del apocalipsis, andaré con tu cabeza en mi mano, mostrándosela a tu caído DIOS.

Esta oscuridad se hizo inmaterial, y se difuminó por un rayo de sol que caía sobre la cruz de la iglesia, donde el monje había rogado su perdón, y el inquisidor se puso manos a la obra, tenía que desaparecer el libro de Semyazza, con sus conocimientos y sus profecías, y el libro transcrito por el siervo, un ejército se llevó, al llegar a la parroquia, el siervo ya había desaparecido en el infierno, los monjes y el cura de la parroquia maldita, daban fe de lo ocurrido, qué satanás se lo había llevado vivo, el inquisidor pregunto si había sido despedazado o torturado, a lo que ellos respondieron que no, que fue llevado completo y él estaba feliz.

El inquisidor, a nombre de la iglesia católica, inicio un juicio y encontró la blasfemia, a la cual estaba sometida la parroquia, mataron a todas las personas del pueblo, no se salvaron niños, ni animales, todos fueron quemados en hogueras, fueron unas semanas de terror psicológico y físico, pero ellos habían pecado ante DIOS, el cura fue torturado hasta la muerte, lo mismo que los monjes, el inquisidor encontró el libro y quemo aquel texto maldito y quemo la parroquia, está duro meses ardiendo, en un fuego que era incontrolable, la maldad era tan extrema, que por mucho que ardiera la parroquia, se negaba a caer, hasta que un día cedió y las brazas se fueron extinguiendo en un letárgico crepitar que no ceso.

El inquisidor volvió a sellar el libro de semyazza, esto lo hizo con la ayuda de dos personas, hombre y mujer, las cuales fueron llevadas a una fortaleza africana para que cuidaran del libro y que la maldad no fuera devuelta a la tierra, pero el secreto no se contuvo y se trasladó hasta nuestros días; pero el satanás del pasado, no era el mismo del presente, este ya no quería matar a la mujer como antes, al llevar el terror al cosmos, encontró lo que quería, supo que era una diosa primigenia, y que esta podía albergar el cascarón, al hijo de lucifer, de una forma más poderosa y jamás antes vista.


NIHILISMO

la madre de Sofía, era una devota mujer católica, una mujer de fe y fanática religiosa, de cabellos negros, canosos y largos, sus vestimentas eran oscuras y marchitas, siempre iba con un velo negro, que no dejaba ver su cara y caía de rodillas adorando a figuras de barro o de madera, que no oyen, ni ven, ni entienden; así es el maldito humano, un ser vacío que busca adorar, a tanta mierda le pasa por el frente, ignorantes e idólatras; esta mantenía adorando a DIOS, en una infame iglesia, a las afueras de la ciudad grande, una iglesia gótica de finales de siglo XVIII, que a mi parecer parecía una iglesia maldita.

A veces creo que la biblia no la enseñan bien, en ella dice, no te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa alguna que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, no te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy JEHOVÁ tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, éxodo 20: versículo 4-5.

Para la madre de Sofía, todo lo más mínimo, era pecado, los móviles era invención del diablo, la música era invención del diablo, hasta el amor era invención del diablo, me pregunto que cosa no era invención del diablo, para esta bruja madre de Sofía; cuando esta nació, su padre un hombre devoto y fanático religioso, igual o peor que la madre, le coloco el nombre de Sofía, en honor a la mártir de Roma santa Sofía, este hecho ocurrió en la época del emperador Adriano, la santa fue sometida al flagelo de la tortura por orden de él, después sus tres hijas también fueron torturadas y laceradas; antes de recibir el castigo de la muerte, por parte, no de demonios, sino de simples manos humanas, estas fueron decapitadas, ya que no abjuraron, la santa les dio santa sepultura y a los tres días muere ella, abatida por el dolor y la agonía.

Será que tal vez Dios la llevo al cielo como Enoc, simplemente no sabemos, una mártir más de los miles que tiene el cristianismo, solo por la estúpida soberbia de un emperador, que quiso que esta mujer renunciará a su fe, una razón más para decir que el cristianismo es muerte.

Pero Rosario, como se llamaba su madre, era gran fanática de este cristianismo lastimero y maldito, un cristianismo fanático en inquisitivo, no salía de esa iglesia mugrosa, pero hoy fue distinto, estaba enferma, algo raro para ella, bueno ni tan raro, unos meses antes, había caído en una depresión que la fue fulminando, esto debido a que Sofía consiguió trabajo; el mundo de Rosario, su amada y maldita madre se derrumbó, se sepultó en un silencio de ira y tormento, Rosario jamás vio con buenos ojos, que su hija trabajara.

No quería que nadie la viese, que nadie la tocara, que su piel y su cuerpo no fuese admirado, ni por la lluvia, ni por el firmamento, para que la luna no sintiese celos, ni las estrellas alumbraran sus bellos ojos, solo ella quería admirar la magnificiencia de una diosa; nadie podía adorar ese hermoso cuerpo, ni tampoco admirar su bello y delicado cuello, que era adornado por la fluidez y palidez de una suave piel, una bella diosa etérea.

Bueno, en fin su madre, una despiadada y cruel fanática católica, también era una maldita bruja; Rosario la torturaba física, como psicológicamente, a la cual le daba una vida miserable, pero para Sofía los castigo físicos, eran un viento gélido y confortable, recordaba su niñez y como caminaba en el desierto, con su cuerpo herido y flagelado, por el calor y por la arena, que desgarraba con fuerza su piel o sus ojos, alguna vez, a la tierna edad de doce años, le pregunto a su madre, porque la había dejado sola en el desierto, —¡mamá!, porque me has castigado tan severamente, que te he hecho, yo te amo, ¿te acuerdas?, cuando me dejaste sola en el desierto, estuve años buscándote, estaba chiquita, llore mucho, porque estaba sola, me sentía sola y ¡vacía!, creo que llegue a un río, ¿cómo se llamaba, no recuerdo bien?, ¡ahhhh ya recuerdo mamá!, se llamaba Éufrates y vi que el pueblo creció y creció y yo crecí con él, se volvió una civilización y me adoraban, les enseñe tantas cosas, pero como estaba pequeña no recuerdo, ¡mamá!, tú te pareces a mi antigua madre y a mi antiguo padre, que me castigaban salvajemente, pero mis heridas cerraban y no sentía dolor, ¡mira mamá!, lo que hoy me hiciste, no me causa dolor, ¡mira mamá!, ¡mira!, como se van cerrando las heridas.

Su madre la maldecía al escuchar estas palabras sin sentido, pero cuando sus heridas sanaban rápidamente, el temor se apoderaba y doblegaba a Rosario, y está más la maldecía, como una hija de DIOS, iba a sanar tan rápido, para la madre de Sofía esto era obra del diablo; curas y hasta un exorcista llevo, sin obtener resultado alguno, Sofía era una niña normal, sanar rápido podía ser un problema o una bendición genética, era un caso muy extraño, sin embargo, el caso jamás se supo, ella nunca acudió a un médico, para ella la medicina religiosa, y la Oración, era aún más curativa, que la propia ciencia; pero Rosario mentía, algo la ataba a no contar la verdad, a no decir nada de Sofía y ¿quién era Sofía?, era su fruto o era fruto del destino, jamás pudo responder a las incógnitas de la diosa, jamás pudo responder si la dejo sola en el desierto, si las heridas que sanaban tan rápido, era fruto de un demonio, jamás se dio la oportunidad de conocer la omnipotencia de Sofía.

Pero el tiempo hizo mella en la joven y esta se volvió una mujer más terrenal, se volvió delicada, armoniosa y angelical, empezó a tener dudas y su cuerpo, a medida que crecía, dejo de curar tan rápido; el dolor a veces la carcomía, el llanto la poseía y el amor la maldecía, Sofía se había transformado en solo un ser, una carne solamente, una carne que le servía a Rosario nada más, su maldita madre.

Antes de contar sobre la angustiosa huida, de esta bella mujer y sus perseguidores, debo decirles unas cosas que hace aún más interesante y fatídico, lo que en unos cuantos párrafos escribiré, como dije antes, Sofía, se volvió un ser carnal, un ser vacío y básico, había olvidado, de donde había surgido y hacia donde iba su destino, que era probablemente el destino de una nueva civilización o del mundo, esta estaba enamorada, de Ricardo, su novio, un guapo chico del mercado donde ella trabajaba, este también era cajero y mano derecha de Miranda; él también lo atraía, la mirada fría y caótica de Sofía, aunque su cuerpo lo atraía aún más, estaba dispuesto a todo para llevarla a la cama, a abandonar sus principios, dudo que esta escoria tuviese principios, esta ¡basura!, era aún peor que la misma Miranda; Ricardo soñaba viéndola desnuda, era tanto el placer que le causaba, que parecía un joven explorando su primera eyaculación.

Como todo buen macho, este se convirtió en todo un caballero, para poder conquistarla, un caballero de esos, que solo existen en los cuentos de los hermanos Grimm, un verdadero príncipe azul, así de ridículo y literal era; Sofía, pobre Sofía, sentía un amor desbordado, por este ¡imbécil! Macho cabrío; tan solo era un mal nacido, patán y cobarde, que solo gustaba de follarse a las nuevas empleadas y ahora andaba, tras el trasero exquisito de Sofía; ella se enamoró de lo rudo, bello, caballeroso, de sus labios rojos y carnosos, de su cuerpo y de su cabello, era buen espécimen, su virilidad afloraba a flor de piel, pero a Sofía la atraía algo más; su cara angelical, la hacía olvidar, de la endemoniada figura de sus sueños y pensamientos tan mundanos; Ricardo le daba un leve equilibrio a su razón, pero ese leve equilibrio, era mucho peor, que aquella imagen borrascosa, de ese ser de su pasado; pero Ricardo ya era observado por otros, por unos oscuros ojos, los ojos del mal, de un leviatán nacido de las aguas, de un ser artificial y no artificial, de un ente, que lo observaba desde dentro de su alma.

Ricardo, te amaré en el infierno, allí no necesitarás de tu piel, ni de tus ojos, ni de tu miembro, la existencia de tu belleza para mí, no es necesaria, es tu alma la que me atrae, te liberaré de las cadenas de la muerte, dándote dolor, para que trasciendas, te follaré tan brutalmente, que saciaré en ti, miles de brutalidades reprimidas, de condenas desechadas en estos miles de años, será exquisito poseerte vivo, en el infierno.

Ricardo sentía cómo su pensamiento albergaba esa locura, como esa locura a veces se volvía tan real, no era bueno lo que pasaba, no era bueno, porque algo más oscuro estaba pasando en el mundo, desde que los meses se iban acabando, más pensamientos, sueños y pesadillas tenía y entre más se acortaban los días, hasta llegar al día de hoy, esos pensamientos fueron aún peores, pero bueno, la oquedad de su espíritu y el nihilismo de su ser, solo afirmaban que Ricardo era un ser vacío, sin esencia, un niño bonito y carismático, nada parecido a la imagen etérea que acompañaba a Sofía en sus pensamientos; hicieron falta muchos meses, en total catorce, para que esta difícil chica de ojos verdes, accediera a tener un romance o noviazgo, o como le queramos llamar; algo que a la larga sería más que fugaz.

Solo eran besos, abrazos, tocadas de manos, nada de índole sexual, Sofía se comportaba como una niña, era una princesa con su príncipe azul, acababa de conocer el amor; bueno no era tan cierto, en cada edad, en cada retazo de siglo, en cada época de la historia, en cada civilización que había forjado, siempre había amado a un ser, al mismo ser y esta no era una entidad, simplemente era un ser nacido de las entrañas de la tierra, en cada civilización él estaba presente, en cada uno de sus nacimientos, ello lo había visto y en cada una lo había amado, este era un amor, que trascendía las fronteras del espacio, del tiempo y de la vida.

Esta vez, él existía, en un lugar muy lejano de su pensamiento, en un escondrijo de su alma, pero su recuerdo así hubiese pasados milenios, siglos y tiempos, hay estaba él, estaba Perpetuado en su alma; ella era tan tierna, tan delicada, tan mimada, poco quedaba, de la guerrera infatigable de su pasado, la Atena de su época; sus pensamientos se mezclaban con realidades e imaginaciones, de historias ya vividas por ella, ha veces divagaba y su pensamiento se nublaba, no tenía un orden lógico, porque se perdía en sus tenebrosas memorias.

Por eso los constantes errores en la caja, que últimamente se habían vuelto pan de cada día, claro ustedes se preguntaran por qué no la echaban, echarla significaría mucho dinero perdido, un mal negocio para la supervisora, la necesitaba más que nunca, ya su cabeza o más bien su cuerpo etéreo y onírico tenían precio, su virginidad tenía un alto valor, este valía más que oro y sangre; la desalmada y perversa supervisora, ya le tenía un precio a su cuerpo.

Sofía, diosa o humana

Sofía, lamentablemente, no era la única que iba a caer, en las garras de estos traficantes de mujeres; muchas ya habían caído anteriormente y ninguna había sobrevivido, a ese maldito flagelo; ella no lo imaginaba, no lo sospechaba, como tampoco los sospecharon las otras, ella estaba tan enamorada, así como las otras mujeres estuvieron enamoradas, y todas amaron al mismo personaje, con carita de ángel, ya saben a quién me refiero.

La diosa escribía cartas de todas las formas y tamaños, y en ellas incluía mucha simbología, con patrones poco usuales, que recogía en sus sueños y recuerdos, y los plasmaba en las cartas, como artefactos de decoración, eran símbolos intricados, extraños y arcaicos, pero hermosos y de muy difícil reproducción, Ricardo no sabía, como diablos Sofía, podía hacer estas enigmáticas figuras y ni la supervisora, por mucho que las calcara, le era imposible llegar a tan nivel de detalle.

Nunca eran iguales, ni las fotos podían reproducirlas, se borraban, se corrompía el archivo, o no podía abrirse o si el archivo salía avante, era una foto de color negro, las fotocopiaban y no salían, siempre era algo oscuro o borroso, pero jamás pudieron copiar, la belleza subliminal de aquellos símbolos, era algo extraño.

Sofía jamás tendría que luchar por derechos de autor, ya que su arte no se podía reproducir, como iban a reproducir el lenguaje enigmático de una diosa; igual Sofía jamás recibió una carta de regreso, jamás lograría que él le escribiera ni un verso, pero que se le podía pedir a un ser vacío, que solo pensaba con su pene.

Ella vivía enamorada de las chocolatinas milky way, que él le dejaba encima del mostrador, las chocolatinas que tanto ella amaba, los chocolates que con tanto esmero robaba Miranda y se los daba a Ricardo, para qué la terminará de conquistar, la pobre inocente se veía feliz, tan sumisa, ya había perdido el don.

Muchas veces, su amado novio se internaba en aquellos baños sucios de aquel mercado asqueroso, para follarse a la hipócrita celestina, como dije antes, la diosa había perdido su don, no podía ver más allá, de su obnubilado pensamiento, se había convertido en un ser vacío, en un ser básico, en un mundanal ser humano.

Sofía se sumergía en sus cuentos de hadas, ella no sabía de la doble relación que llevaba su amado Ricardo y su querida celestina Miranda, donde los ecos de ese amor pestilente, recorrían los pasillos de ese lugar apestoso.

Sofía ya tenía en su mente, planes de boda, ya tenía una vida, la cual imaginaba con aquel sucio personaje, soñaba con un vestido blanco largo, con un carruaje color beige jalado por caballos blancos y alados, bordeando los confines del universo, estos como unos Pegasos diurnos, donde ella pudiese tocar las estrellas con sus delicados dedos, soñaba con estar en un trono, al lado de su gran y maldito amor, pero la imagen, se volvía oscura y deprimente, volvía el recuerdo de ese ser perverso, que hasta en sus pensamientos la acosaba, este ser oscuro y siniestro, traía tristeza a sus sueños e imaginación, este lúgubre personaje, envuelto en un manto de oscuridad, de aspecto misterioso y etéreo, se mezclaba y contaminaba de terror toda sus formas de pensar, este le decía con su voz cavernosa y endemoniada, le gritaba como un vendaval a sus sueños e igualmente a sus pensamientos.

Te daré el universo si quieres y todas las riquezas que lo habitan, te llevaré a ver los confines de las realidades y del tiempo, serás mi diosa y serás eterna, así como lo soy yo, pero antes ¡libérame, libérame!, búscame en tus recuerdos, y me hallarás, busca en tu padre, buscas en los libros, busca en los imperios y te darás cuenta, lo que soy y soy todo esto.

Y le mostraba oscuros y fascinantes imágenes de mundos, de un antiquísimo resplandor y ella quedaba atónita, ante semejante y particular belleza, hasta hay llegaba su imaginación, su cara se tornaba aún mucho más pálida de lo que usualmente era, este ser siniestro, siempre la llamaba, en sus pensamientos y en sus sueños, pero aquel travieso íncubo humano, se interponía en el medio de aquel oscuro personaje, Ricardo, ¡idiota!, quería algo más, follársela, además de coger a la supervisora diariamente, este mediocre ser humano se mantenía masturbando, soñando con los senos descubiertos de Sofía, bueno lo que él suponía que eran, ya que jamás los había podido tocar, ni mirar, era su fruto prohibido y el fruto más difícil de tener.

Pero tenía la mitad de tierra abonada, faltaba la otra mitad y esta se la había entregado Miranda, en forma de medicación y era una pasta de flunitrazepam, para que cayera más fácilmente en sus garras, eso pensó él antes de, bueno no me adelantaré a los hechos después concebidos, pero Ricardo jamás pudo tocarla, hacerla suya, poseerla, esta vez la venganza, no vino de Sofía, vendría de otra dimensión, bueno eso está mal dicho, debería de decir de otro universo, no obstante la cuestión acá, es que la venganza provendría del infierno.

Ricardo seguía sumergiéndose en pesadillas, sueños premonitorios, no podía dormir bien, ni la flunitrazepam, le servía, ni la marihuana, ni lo opioides que se inyectaba o inhalaba, nada lo sumergía en el sueño profundo, donde no soñara, porque sus sueños curiosamente no eran buenos y eran muy reales, últimamente, este noble caballero no dormía bien y si dormía, las pesadillas lo devoraban, soñaba siendo desollado vivo y era violado por oscuros seres, que hasta utilizaban, las cuencas de sus ojos ya vacíos, para penetrarlos con sus gigantescos penes, sus sueños era de una profundidad y realidad tan dantesca, que él se despertaba con dolor en el cuerpo, sus ojos ya mantenían rojos y con una conjuntivitis que no curaba.

En fin, Ricardo, solo pudo acceder a tener besos nada más, ella era una chica difícil, este enojaba demasiado al tipejo, que solo buscaba mil formas de penetrarla, de acceder a su piel y su sexo, deseaba desnudarla, hacerle fotos y videos follándola, de diversas maneras y situaciones, pensaban en cuanto iba a ganar, si vendía las imágenes o los videos, cuanto iba a facturar, la deseaba con vida, para violarla, hacerla suya, poseerla, aunque al final tuviese que prescindir de ella, aunque el dinero era mayor si esta era virgen, como se lo había propuesto Miranda.

Él fanfarroneaba, como siempre, con los demás hombres del mercado, de lo que, según él, estaba a punto de llevarse a la cama, pero él jamás pudo tenerla, todo estaba destinado a ocurrir; dos horas antes de salir, Ricardo, le dice a Sofía que salgan, la quiere llevar a conocer la ciudad, a tomar unos buenos vinos y cenar en un buen restaurante, era la oportunidad perfecta, porque ella quería lo mismo, escapar de la rutina, de la monotonía de su mundo vacío; aunque vender la virginidad de la diosa, significara mucho dinero para él y Miranda, la tentación lo inundaba, lo corroía, desde la punta de su cabeza, hasta la punta de su virilidad.

Sofía, aunque conservadora en su vestir, denotaba una sensualidad desmesurada y maldita, cada hombre que la veía, caía rendido a sus pies, y vuelve el recuerdo, de cuando ella cayó rendida antes los ojos oscuros, del ser que la observa, otra vez Ricardo la sacude, la despierta de ese pensamiento febril y esta vez le dice con un tono menos afable,

si vamos a salir o toca pedirle permiso a tu mami, si quieres yo la llamo y le digo que vamos a tener una reunión de trabajo, ¡ahhhh espera tengo una mejor idea!, que llame Miranda, tu mami le creerá más—.

Aunque Miranda la odiaba con las fuerzas de su ser, ella buscaba solo dinero, virgen o no, ya su cuerpo había sido ofrecido, al mejor postor y por mucho valor; Sofía contestaba que si, la pobre aunque inteligente y audaz, había perdido esa aura mística, en otros tiempos ya se hubiese dado cuenta, y ni Ricardo ni Miranda, estuviesen vivos.

Miranda llamó a Rosario, con la triquiñuela, de que había que despachar unos pedidos muy grandes de la bodega, que Sofía aún no podía ir, faltando diez minutos para salir, Sofía recibió una llamada de Rosario, esta le decía que se regresara pronto, que se estaba sintiendo mal, típica excusa de la buena señora, para que se fuese rápido, sin más remedio tuvo que aceptar sin refutar, pero esta noto que su devota madre católica, hablaba con miedo y con verdad, algo un poco inusual.

Sofía con la voz entrecortada y con una ira primigenia, hablo con Ricardo y Miranda, que no pida ir, iba a esperar a salir e ir a su casa, algo malo le sucedía a su mamá, Miranda no le vio problema; que fuese llevada virgen, aumentaría enormemente su valor, pero Ricardo si se enojó y le contesto, —tranquila mañana nos hablamos, entonces llevaré a Miranda cerca de su casa, no te molesta—.

Sofía respondiendo con celos, pero de una forma muy diplomática le dice al tipo, —en lo absoluto no me molesta, llévala, te deseo una feliz noche, ¡amiga!—, esta responde con cierto sarcasmo, y este valiente hombre, la deja sola a su suerte; sigue lloviendo muy fuerte, Sofía sale, ve que su autobús no para y ella corre tras él, por esas calles empapadas de agua y este no se detiene, sigue de largo, —maldito idiota porque no paras, cuanto más debo de esperar, otra hora esperando, en medio de esta lluvia y mojada, maldita suerte la mía, y no tengo cómo llamar, a mi mamá para saber cómo sigue—.

Al fondo un auto blanco la sigue, ella no se da cuenta por el sonido de la tempestad, gira para devolverse al mercado, para poder escamparse de aquella salvaje lluvia y esperar el otro autobús, y de improviso ve aquel auto blanco, con las luces apagadas, algo dentro de ella despierta, su aura mística, su don, sabe que algo está a punto de suceder y aunque los cristales del coche, son oscuros, ella los puede ver, son los tres hombres de antes que la acosaban y que la han acosado antes.

Ellos ya se dieron cuenta, de que ella ya los vio, uno de ellos se pregunta cómo lo hizo; el que anteriormente se envolvió en temblores y al caer casi arranca su nariz dice.

Esa puta debe morir— el jefe de ellos contesta, — Dimka, no te apresures, pagamos mucho dinero, esa puta no vas a dar mucha pasta, o vosotros le vais a decir a Miranda, que la dejamos viva, ya sabes, si le llegáis a decir, te mato y te acabo de cortar esa puta nariz y esas putas pelotas oísteis, Dimka

Dimka era un hombre arcaico y burdo, de tez pálida y blanca, nariz grande y delgado, de una barba de tres días y unos ojos cavernosos y rojizos, los cuales iban acompañados, de unas enormes ojeras, su aspecto físico no era agradable, a este violento sujeto, le faltaban sus dientes delanteros y no porque se le hubiesen caído o por alguna de sus frecuentes peleas, sino porque los arranco y afilo sus colmillos para así, parecerse a la figura oscura del señor de la noche, al señor de los vampiros, hasta tasajeo su lengua y que fuese bífida, para así intimidar más a sus enemigos, a su jefe se le solía llamar Vlad, jamás ensuciaba sus trajes de diseñador, los asesinos eran Dimka y Álvaro, personajes oscuros y sucios, estos sujetos habían desaparecido a muchas mujeres, eran una organización mucho más grande, pero ellos eran los que se ensuciaban las manos.

Cuando una mujer ya no les servía, la mataban, la descuartizaban y las desaparecían, algunas veces, alimentaban con los restos a los perros o cerdos que tenían, en una hacienda de unos afamados políticos de la región, esto era aún mucho más turbio de lo que se puede imaginar, llevarse a Sofía era un regalo más grande, un significado ancestral más mítico.

Miranda también pertenecía a la organización, esta ayudaba a conseguir a las mujeres, junto con su amante Ricardo; el mercado solo era una fachada, un eslabón más chico, de algo aún más grande y maligno, era una pequeña fachada de aquellos políticos, que copaban todas las esferas de esta sociedad.

Dimka fue el primero en bajar del auto blanco, seguido de Álvaro, con par de cigarros encendidos y con la botella del jack daniels a la mitad, Dimka tomo un sorbo, mostró su sonrisa maléfica a Sofía y desde los lejos cruzaron miradas el de satisfacción y ella de temor, estaban ebrios, el Jack daniels que hace unas horas habían comprado, ya había hecho su efecto.

Ellos, en la lluvia, esperaban a que nuestra diosa asustada, diera un traspié, huyera, hiciera algo o alguna torpeza, que encendiera la chispa de la muerte, que encendiera sus rabias.

Ella se siente nerviosa, ya vio fijamente a los dos, no sabe cómo actuar, el miedo la invade, siente una ansiedad y un enorme peso en su pecho, se agita y empieza a respirar más fuerte y rápido, debe tener taquicardia, su respiración es acelerada y forzosa.

Siente miedo, mucho miedo, no sabe si correr o esperar, pero de nada importaría si sale corriendo, igual tienen auto y armas, que va a hacer presiente su final, ve que ellos sin importar la lluvia, empieza a caminar lentamente hacia ella, ya se imagina que estos demonios humanos, buscan profanar su cuerpo sagrado, en el ruido de la lluvia y la oscuridad del ambiente, algo maldito los observa y sus ojos oscuros contemplan con ira, como será la tortura que alguien esta noche sufrirá.


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