Lujuria y pesadilla
La reconocí de lejos. Se trataba nada más y nada menos que de la señorita Victoria Andrade frente al espejo. Una hermosa muchacha de pelo largo, piel caramelo, ojos marrones y una silueta curvilínea que dejaba hipnotizados a todos los hombres del pueblo. – ¿Qué he hecho César? Estoy cansada y agotada. Hoy es lunes...