Una calle, un tropiezo, y una cuarentena de amor.
Esa tarde al llegar de la oficina Pilar vio un apuesto señor saliendo del edificio del frente, vestido de jeans azules y chomba blanca; su piel estaba bronceada, lo que resaltaba sus ojos negros; su cabello entrecano y su figura alta y delgada, de anchos hombros, lo hacían sumamente atractivo. Lo miró y sus ojos...