La tormenta.
El sexto día de encierro estaba terminando. Ya había comido, lavado los platos y tomado la infusión de costumbre. Reviso la alacena y reforzó su sensación de tranquilidad; tenia alimento para muchos días. Se sentó en el sillón de la cabaña (lo único que podía relacionarse con la comodidad allí dentro) y comenzó a leer...