NOCHES DE PRISION DORADA

NOCHES DE PRISION DORADA

NOCHES DE PRISIÓN DORADA 

Buenos Aires, abril de 2020. Se despertó a medianoche cuando su esposa fue al baño. Miró la hora en su celular -que se encontraba cargando la batería en su mesa de luz- y vio que eran las 4 de la madrugada. Hacía nada más que dos horas que se habían dormido, o al menos apagado la luz del velador. Se habían quedado mirando algunos capítulos de la serie de turno: La casa de papel, como parte de la actual rutina diaria. Necesitaban también soñar un poco para escapar aunque sea un rato de esa nueva realidad abrumadora, pero evidentemente, confabulaciones misteriosas se lo impedían.

– ¿Todo bien mi amor? Le gritó desde la cama.

– Sí, sí. Contestó ella. Me duele un poco la cabeza, continuó. Voy a la cocina a buscar un analgésico.   

Salió ella de la habitación y el perro, que fiel a sus dueños dormía con ellos, la siguió. El, claramente desvelado, encendió el televisor.  Se detuvo en un canal de noticias internacionales, donde hablaban del Covid-19, claro, no había otro tema. Una psicóloga daba consejos sobre cómo afrontar situaciones extremas como la cuarentena, con entereza, empatía, sentido común y esperanza. Claro, decirlo es fácil, dijo él para sí mismo. 

A los pocos minutos ella volvió a la habitación. “Traje un chocolate”, le dijo mientras le daba un beso. Continuaron viendo televisión y comentándose las noticias que transmitían . Entre todo lo que se decía, una noticia los mantuvo en silencio. Hablaban sobre la pandemia en Luanda, capital de Angola. Al mismo tiempo mostraban sus calles, la muchedumbre  comprando en los mercados. Los insumisos al estado de urgencia, siguen en las calles ignorando las recomendaciones de aislamiento,  decía un periodista. Las imágenes mostraban gente descalza que se agolpaba frente a los precarios estands de la feria. Se quedaron en silencio y apagaron el televisor. Comenzaba a amanecer y el día prometía ser fresco con nubosidad variable según el pronóstico. “Tratemos de dormir un poco”, le dijo él, “tenemos mucho por hacer y programar todavía”. Se besaron nuevamente, se acomodaron uno junto al otro y finalmente se durmieron abrazados.

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