Mejor me quedo
— ¡¿A dónde vas?!— me gritó con su voz ronca como lo hacía cada vez que me iba de casa. No le respondí; esta vez sus palabras se clavaron en alguna parte de mi cerebro dejándome paralizado en el quicio de la puerta. Instintivamente, recordé qué era aquello que me llevaba a salir y, muy...