Terminó por ser nada
El caserón de los Diéguez no es más que otro cadáver de la aldea oculto entre castaños de ramas salvajes. Por el bosque, pasean Cándida y Silverio cogidos del brazo junto a un perro que les vio nacer. La neblina propia del otoño ha invocado borraxeira y un poco de chuvia feble. —Menuda lapiñeira, ¡carallo!...