Antoñito
A las ocho en punto de la mañana las puertas de la prisión se abrían lentas y ruidosas. Tras ellas un desaliñado personaje asomaba su pequeño cuerpo. Apenas cincuenta kilos, un pelo engominado con rabia, nariz aguileña y unas más que evidentes bolsas en los párpados. En ese rostro había toda una vida de peripecias...