El laberinto ciego.
Siempre ocupaba el mismo lugar. Le fascinaba sentarse en una de las mesas situadas junto a los ventanucos protegidos por postigos de madera que daban a la calle, y permitían asistir a un desfile constante de transeúntes por el estrecho acerado. Lo hacía desde uno de los ángulos que le otorgaban cierta privacidad para ver...