Si los tomates quisieran ser melones
Un penetrante olor le entró por la nariz y la boca, pegándosele a la piel. Un enorme muro se levantó, cubriéndolo todo, llegando hasta el entonces brillante sol. En un segundo, ese enorme muro se precipitó sobre ella como una losa, engulléndoles a todos. De repente, nada, la nada. No había nada. Sólo un silencio...