Dios bendiga a los desesperados
Blancas. Dolorosamente blancas. Las medias tres cuartos azules sólo tapaban una parte de sus piernas blancas. El resto de cuerpo se intuía debajo del auto pequeño y desvencijado. Aquella mañana de junio, en la ruta 33, la negrura del casi día envolvía todo menos sus piernas blancas. La escuché gritar justo cuando las luces me...