¿Cómo perseguir los sueños?
Éramos nadie. Llevábamos puestas unas camisetas de color lechuga y ni siquiera teníamos nuestros nombres. Llamábamos en dígitos. Cuarenta y dos. Sesenta y uno. Yo era un ciento dieciocho. Entré ya hace un año a formar parte de algo temporal que se ha convertido en algo muy presente en ese pico esquina de la calle...