Jueves por la tarde.
Lidia miraba incrédula, sus ojitos color chocolate de menta se perdían en el movimiento de las cortinas de su habitación, ondas y más ondas generaba el silbido del viento, movimientos interminables que, a pesar de su periodicidad eran completamente impredecibles, Lidia huía en ese momento, siempre fue buena para perder el hilo del mundo durante...