La calle decente
Agotado del largo viaje, en imprecisas horas de enero en un verano extravagante, me encontré sentado en una vieja cantina. Permanecí inmóvil por eternos minutos, solo, con mis latidos en la sien y un cigarro a medio prender. Ante mí, posaba la calle Sargento Lores, el río Huallaga y la selva Amazónica. Pronto la abstracción...