Mi mayor problema eran las monotonías diarias, en esas épocas en que visitaba por las noches la alta jaula de acero y cristal que algunos llaman hogar, cuando las oficinas eran mi hábitat natural, cuando el frío de la soledad me era más que evidente. En ese entonces, uno escuchaba muchas cosas, que si la del 501 se metió en la cama del propietario, que si mataron a una familia de cinco de camino al edificio, y uno simplemente decía, ¨así es la calle¨, sin saber siquiera cuál era el verdadero significado de esas palabras.

Un día que empezó como tantos otros, ya saben el típico levantarse lavarse y salir, de todos los zombis que no distinguen entre una hora y un mes, yo salí de mi apartamento con algo de prisa, como cosa rara baje hasta el lobby en el ascensor; todo iba bien, me despedí del portero, a pesar que no sabía su nombre lo consideraba más de mi familia que a cualquiera.

Al salir me envolvió una oscuridad aterradora, lo primero que pensé fue en la ceguera que había alcanzado a mi padre en los últimos años de su vida, grite con todo mi ser pero noté algo para lo que no necesite la visión, estaba totalmente solo, poco a poco, a medida que fui caminando comencé a recuperar mi sentido perdido como quien sale de una caverna y mira a la luz, tardé un momento en volver a adaptarme a la luz me encontré en un lugar que no conocí, plantas de rosas azules cubrían el camino que desembocaba en una casa, verde por doquier, aire que podía respirar con tranquilidad sin ahogo, ni desespero, después de observar un poco a mi alrededor un tanto anonadado me concentre en la casa, no era más que una casita de adobe desvencijada por el paso del tiempo, del agua y el viento.

Después de recuperar el aliento perdido por este paisaje natural, recordé mis cadenas y mire al reloj, al ver como giraba sin sentido ni gracia decidí volver de inmediato pero, Por alguna razón, ya no había puerta alguna, ni oscuridad, ni caverna, gire en mí mismo como el reloj dañado, pero no encontré lo que buscaba, sabiendo que no iba a llegar pronto a mi reunión programada de la mañana decidí relajarme, después de todo no tenía nada que realmente me apegara a ese mundo de líneas rectas y mentes cuadradas, más por curiosidad que por instinto de supervivencia decidí explorar un poco, lo último que revisaría sería la casa después de todo quién sabe qué clase de bestias me encontraría allí, todavía no sabía si me encontraba en el mismo planeta, al explorar solo encontré más rosas y una perspectiva de lo que parecía el techo del mundo, solo bastó entrar por la puerta de la casa de adobe.

ya estaba de vuelta en esa oscuridad infinita, me alegré al pensar que podría volver aunque realmente no tenía a que, más que a mi reunión, solo camine y salí de la puerta a la que había entrado, sufría un leve dolor en la cabeza; como si nada hubiera pasado, reconocí todo de inmediato, el vendedor de rosas y periódicos al frente del edificio no estaba, estaba solo, al ver el reloj noté que había estado allí por 5 horas, después de pensar un poco al respecto decidí faltar al trabajo y dar un paseo por aquellas calles que sabía peligrosas pero que quería conocer una a una, tal vez fue cosa de aquel inesperado viaje que pudo significar perderme para siempre; por sorprendente que parezca, cada paso que daba de nuevo en la ciudad me iluminaba la vida, ver los semáforos con su disonante danza de color, entrar en los caminos que otro día me harían correr, investigar aquellos lugares que susurraban secretos de sangre sudor y lágrimas, no visité ningún lugar muy concurrido, estaba algo cansado de la gente, y como era más que evidente me encontré a uno de los más que conocidos protagonistas del teatro trágico que es la ciudad, un ladrón, yo no tenía mucho que perder, aquel reloj era la imitación de una imitación, y estaba cerca el fin de mes así que no tenía un centavo encima, después de un pequeño momento de observación el ladrón hizo lo que ya sabía hacer, acuchillar primero y preguntar después, pero algo no salió como esperaba el ya tan experimentado hombre; no me derrumbe, y tengan por seguro que no fue un impulso de un hombre aferrándose a la vida ni mucho menos, simplemente no dolió, después de repetir su acto múltiples ocasiones el ladrón no tuvo más remedio que darse a la fuga maldiciendo a dioses o demonios que me estuvieran protegiendo y temiendo algún personaje azulado que se presentara por las cercanías, o eso me hizo parecer, después de cavilar un poco respecto a este extraño incidente no pude más que volver al lugar que me hacía sentir más cómodo, al irme acercando a la tienda donde siempre compraba mi periódico me di cuenta que frente al edificio había más ruido de lo normal, mi primer pensamiento fue a dar a la muerte del 402 que era una señora mayor, pero nada me iba a preparar para lo que vería, había un cadáver justo en frente de la puerta, no pude más que aterrarme al notar que ese era el rostro que había visto al espejo esta mañana, multitud de palabras e ideas vinieron a mi mente después de aquella situación, pero la primera fue ¨espejo¨ tenía que ver mi rostro ya que parecía que no era el mismo, yo siempre cargaba un espejo a pesar de no ser un hombre vanidoso, al verme en él, noté algo indescriptible, no me intentó robar, intentó sobrevivir.

Ayer escuche dos rumores en una cafetería, uno era acerca de un ladrón loco, el otro era la causa de su locura, lo único que dijo el tendero fue: ¨así es la calle¨

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