El de las calles de tierra

El de las calles de tierra

Jairo Radilla

16/12/2017

Calle comisaria

Es increíble la cantidad de recuerdos y sentimientos que, llegan como reflejo de lo que se vivió hace años, suena difícil pensar en no volver a las calles en las que la cuidadosa vida nos vio crecer, el lugar donde los sueños de un niño se forjan mientras corre, soñando con ser adulto algún día.

Donde la historia comienza…

Jamir solo tenía 11 años cuando la sociedad y la calle, ya se habían encargado de enseñarle más sobre la vida que su propia madre en el hogar, el alcoholismo, ignorancia y las drogas la orillaban alejarse de él durante semanas, la palabra «padre» no tenía significado alguno en el mundo de Jamir. ¿Cómo se supone que puede vivir alguien así? Cuando las personas que te arrojaron al infierno de esta tierra, te fallan, y el destino te pinta un futuro oscuro, lleno de soledad. ¿Qué presente puede tener una persona con un pasado tan desdichado?

Pero el pequeño parece conservar un poco de fe en sí mismo dentro de su alma.

La escuela no iba bien, y en un país en guerra, con 10 mil muertos anuales, parece tener el perfil perfecto para sustituir a uno de esos sicarios que, recorren las calles durante las frías madrugadas de su pueblo, jóvenes que caminan por las veredas de aquellos cerros en las lejanías de la sierra, con un arma en la espalda. Y como no iba serlo, si creció diferente, juzgaba con razón y preguntaba con argumentos la desgracia que la vida le dio.

– En la vida, lo más importante no siempre es la familia – decía el muchacho-. no cuando se nace sin una

– Lo será cuando la encuentres – contestaba su profesor.

Si alguna persona confió una vez en Jamir, fue su maestro, lo obligaba asistir a la escuela mientras lo motivaba a seguir, era la persona encargada de enseñarle a encarar sus problemas, y en que la vida, más de un camino siempre te llevara al mismo punto. Jamás estuvo obligado obedecer sus órdenes, pero un instinto necesario de amor, lo hacía sentir un apego moral hacia el profesor.

El tiempo pasa y años después, la vida lo golpea cada vez más duro, no puede evitar dejar de lamentarse haber nacido en tal hogar; El fútbol, los amigos y algunas drogas llegan con la adolescencia llena de excesos. Y desde muy pequeño aprendió la necesidad del dinero. Un trabajo de medio tiempo vendiendo marihuana solventaba los gastos de la escuela, Lo más común en aquellos pueblos con las calles de tierra, en el país de las esperanzas y la guerra contra el Narco. ¿Sus sueños? no los sabia, mucho menos tenía idea alguna de era lo que deseaba. Su mirada perdida hacia el vació, no reflejaba el más mínimo sentimiento de amor por lo que veían sus ojos.

Una mala jugada en el trabajo lo hace terminar en la cárcel, semanas antes de entrar a la universidad. Tres años marcaron la diferencia, el joven parecía triste cada que se le veía caminar por los pasillos de aquel reclusorio, una mañana como todas las demás, mientras revisaba el periódico en el penal, la noticia que lo hizo cambiar, un profesor asesinado por las manos de criminales, en las afueras de un hospital.

El profesor ya se había encargado de mes con mes visitar al muchacho, en las miserias del penal, luchaba desenfrenado por mostrarle las universidades que podía visitar, y no era que extrañase la libertad, sino hasta tres años después de la muerte de la persona que lo vio crecer. 6 años en la cárcel se hicieron notar tras estar en libertad, y de vuelta en las calles de tierra, con una madre cada vez más alejada y un padre que parecía no existir.

Pero en el amor esta la vida y justo cuando el joven está a punto de perder su fe en la sociedad, aparece una chica que lo hace soñar, que le regresa un poco de luz en medio de tanta oscuridad, sus sueños empezaban a reflejarse y la posibilidad de una familia estaba dispuesto a tomar. Por primera vez siente ganas de ir a la universidad.

Entonces despertó un día, regreso a ver sus ojos mientras lavaba su cara, y decidió que era hora de empezar, y que en efecto más de dos caminos lo llevarían al mismo punto.

Fueron pocas las mañanas que lo acobijaron en su hogar, antes de partir por un destino diferente, nuevo, con la hija del profesor que lo vio crecer, y los pasillos de la facultad de medicina que pronto lo vieron pisar.

La ciudad parecía difícil, pero los años pasados lo hicieron soportar, tras 7 años de lucha las calles su pueblo lo ven regresar, esas donde la historia comenzó y todavía no tiene final.

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