AMADEO
Cada mañana me asomaba a la ventana del salón, después de levantarme, antes de desayunar, me ponía mi bata de color rojo oscuro y pegaba mi naricilla en la ventana, luego mi madre me regañaba porque dejaba todo el vaho de la respiración allí, pero me daba igual, me encantaba oir a aquellos cinco abuelos...