Vete, que yo me encargo de todo
La gravilla crujió con el lento rodar de los neumáticos. Al fin habían llegado por Betico. El niño llevaba más de cuarenta minutos sentado en la banca del pasillo esperando con paciencia; con la poca que sus inquietas piernas podían mal disimular mientras estrujaba sus manitas por encima de las perneras de sus pantalones cortos....