Credo in Deum Patrem omnipotentem
Cuando Eduardo Sierra encontró finalmente a dios, en lugar de dar saltos de alegría, persignarse o tirarse de los pelillos de la nariz, se quedó mirando el ordenador con los ojos entrecerrados de incredulidad y una lágrima columpiándose en la punta de sus pestañas. Su búsqueda, por fin, había concluido. Internet le acababa de mostrar,...